Hoy queremos recuperar un artículo que publicó nuestro queridísimo amigo Enrique Vidal en el diario ABC allá por 2016, que con su magistral forma de escribir, sobre todo de las cuestiones blanquirrojas, nos describe y abunda sobre el lugar del Sevilla en la historia del fútbol. Lean y disfruten.
Por Enrique Vidal - @Enriqe_Vidal
Según la encuesta Big Count 2006 (Gran Censo 2006), publicada en julio de 2007 por FIFA Magazine, existen unos 24 millones de clubs de fútbol en el mundo. Si a este dato añadimos todos los clubs históricos ya desaparecidos, la cifra podría alcanzar casi el doble. Hablamos de fútbol federado, es decir, “football association”, el deporte surgido en la mítica reunión constitutiva del 26 de octubre de 1863 en la Freemasons’ Tavern de Londres. Evidentemente no es fácil destacar entre tal cantidad de equipos, menos aún sin pertenecer a una capital importante o ser de una gran ciudad en términos políticos o económicos. De hecho, distinguirse del resto bajo estas condiciones es casi un milagro. Por eso nos preguntamos, ¿qué hace singular al Sevilla F.C. dentro de esta superpoblación futbolística? ¿Por qué debemos reconocerlo como referente mundial? Con idea de responder a estos interrogantes repasaremos someramente varios factores muy significativos, para contextualizar y poner en valor los méritos de esta institución sevillana y universal.
El reciente reconocimiento del 25 de enero de 1890 como fecha fundacional del Sevilla Football Club ha puesto el foco de la actualidad mediática sobre uno de los pilares sagrados de la entidad sevillista, su historia. Fue el ingeniero escocés Hugo Maccoll quien, desde su llegada a Sevilla en el año 1887 para dirigir la fundición Portilla and White, trajo el fútbol a la denominada ciudad de la gracia, liderando una labor, a la par proselitista y pedagógica, entre sus propios paisanos británicos, otros miembros de la colonia extranjera (suecos, alemanes y franceses, fundamentalmente) y nativos sevillanos, que culminó con la creación del primer club deportivo español apellidado estrictamente como correspondía a su naturaleza: “Football Club”. La máxima autoridad británica en Sevilla, el Vicecónsul Edward F. Johnston, también escocés, fue elegido como primer presidente. El propio Maccoll fue designado como capitán. Y el sevillano Isaías White Méndez ocupó el cargo de Secretario. Los sevillistas fueron pioneros del fútbol institucional en España, organizaron la primera partida interclubs, celebrada el 8 de marzo de 1890 en Tablada, aportaron el primer goleador reconocido (Ritson), el primer árbitro (Johnston) y la primera victoria, dos a cero frente al Huelva Recreation Club.
De aquellos primitivos escoceses tomaron los sevillanos su primera y rudimentaria idea sobre el estilo de juego, fútbol combinativo, antítesis de la escuela inglesa de patadón y cargas que haría furor en la cornisa cantábrica entre los chicarrones del norte como mejor recurso para desenvolverse en campos pesados de fango y hierba alta. El clima seco, el piso árido, la complexión menuda y enclenque de los jóvenes aficionados sevillanos terminaron por reavivar los rescoldos del viejo estilo escocés haciendo suya una manera de practicar el fútbol donde primaba la habilidad, la doma del balón, la burla del rival más poderoso físicamente mediante el ingenio y la técnica, una suerte de lidia taurina llevada al campo de juego que tuvo su eclosión definitiva una tarde madrileña de primero de mayo de 1921 con exhibición y goleada frente al Athletic Club vizcaíno. Los cronistas de toda España se frotaban los ojos ante aquel espectáculo, y bautizaron el estilo de aquellos osados deportistas como escuela sevillista. Hoy, que todo el mundo alaba la técnica y el estilo de juego del Barcelona de Cruyff o Guardiola, de la selección española de Luis y Del Bosque, hay que reseñar que el primer club que en España practicó y elevó a los altares ese idioma futbolístico fue el Sevilla F.C., mucho antes de ninguna otra influencia ni del fútbol sudamericano ni del centroeuropeo. El catalán Kinké, el gallego Herminio y, sobre todo, los sevillanos Ocaña, Brand y Spencer, este último, autor del primer gol de chilena documentado en 1915, serían las principales estrellas de un equipo mítico cuya leyenda recorrió Europa y el norte de África.
Además del estilo de juego, el Sevilla F.C. originario hizo historia con un particular credo ideológico, resumido magistralmente por uno de sus primeros presidentes, José Luis Gallegos Arnosa, y una frase para la posteridad: “Todos los hombres, de cualquier condición social, ideas políticas o religiosas, tendrán aquí cabida”. La enorme trascendencia de este legado sólo puede comprenderse teniendo en cuenta el contexto temporal y sociopolítico en el que fueron pronunciadas, el de una España arruinada, en plena deriva de reafirmación patriótica tras los desastres de Cuba y Filipinas, con un Rey militar como jefe del Estado, el caciquismo y la política clientelar que sembraban un abismo entre los poderes fácticos y las capas populares, que miraba con recelo tanto al extranjero como al burgués emprendedor con formación intelectual e inquietudes vitales. Las actas oficiales del club demuestran cómo aquel Sevilla, plagado de profesionales liberales en sus filas (abogados, médicos, comerciantes, etc.), a punto estuvo de sucumbir a las presiones de Pedro Rodríguez de la Borbolla en 1914 para integrarse junto al Sevilla Balompié y el Betis F.C. en un club sevillano único bajo el auspicio de la Casa Real, y con el trasfondo especulativo de la futura Exposición Iberoamericana. Evitó la desaparición el presidente Francisco Javier Alba Alarcón, quien además marcaría el rumbo de la independencia organizativa y económica de la entidad. Siempre jugó el Sevilla F.C. en campos de propiedad privada, nunca municipales ni subvencionados, sino sufragados por sus propios socios, a costa de enormes sacrificios personales y deportivos, desde el campo del Mercantil al de la Victoria, pasando por el viejo Nervión y el Ramón Sánchez-Pizjuán, el actual estadio, que lleva el nombre del presidente más emblemático de la sociedad. Sesenta años de sequía de títulos fue la factura que el club debió pagar por su autosuficiencia.
Desde 1908 la entidad mantiene una apuesta marcada por el fútbol de cantera, de la que han salido estrellas como Eizaguirre, Gallego, Lora, Montero, Francisco, Reyes o los campeones del mundo Marchena, Sergio Ramos y Jesús Navas. Gracias a sus cazatalentos, otras grandes figuras nacionales han engrosado sus filas, Campanal, tío y sobrino, Busto, Arza, Alconero, Antúnez, Ramoní, Domenech, Pepillo, o extranjeros de talla mundial como Achucarro, Dassaev, Polster, Suker, Bertoni o incluso Maradona, hasta llegar a la última década, en pleno siglo XXI, la era de los Palop, Alves, Navarro, Kanouté, Luis Fabiano o Rakitic, entre otros muchos.
Siempre fue el Sevilla F.C. un equipo grande, dentro de su hábitat más cercano, un clásico de la primera división, Campeón de Liga en 1946, gracias a un “maracanazo” en campo del F.C. Barcelona, en lo que fue la primera final de la liga de la historia, conquistada por los hombres de Encinas al estilo del campeonato mundial ganado por los uruguayos a Brasil cuatro años después. Campeón de la Copa de España bajo sus formatos de Presidente de la República, Generalísimo y del Rey, y eterno Campeón de Andalucía, tal y como fue bautizado por la prensa, en la época previa al profesionalismo, por acreditar 18 de los 21 títulos disputados.
Sin embargo, en la última década, cuando más difícil panorama se le presentaba como SAD debilitada y enferma, la entidad ha sido capaz de resurgir gracias a un modelo de gestión que es referente mundial, que se retroalimenta a base de éxitos deportivos y cuya piedra angular es una política de adquisición y traspaso de futbolistas ejemplar, que todos quieren imitar, pero que nadie ha perfeccionado tanto como el Sevilla F.C., dueño de una marca propia y reconocidísima en este sentido, que le han proporcionado, desde su puesta en marcha y hasta el momento, cinco títulos de UEFA EL, una Supercopa de Europa y otra de España, y dos Copas del Rey. Por si fuera poco, en 2006 y en 2007 fue designado mejor equipo del mundo por la IFHHS. Presidentes como Alés, Del Nido y Castro, entrenadores como Ramos y Emery y, sobre todo, el Director deportivo Monchi, son algunos de los grandes artífices del espectacular momento que vive el equipo, que acaba de disputar dos finales en cuatro días frente a clubs de máximo abolengo, como el Liverpool y el F.C. Barcelona, siendo el equipo europeo con más partidos oficiales disputados en la temporada. Por derecho propio, el club se ha vuelto a clasificar para Champions League y abrirá la próxima temporada como protagonista de dos nuevas finales, sendas supercopas, europea y española.
Esta hegemonía deportiva, impropia en un club de su dimensión y entorno, carente de afectos públicos institucionales y federativos, sin peso mediático de ningún tipo, pero capaz de competir de igual a igual con los más poderosos y amenazar su estatus, inevitablemente genera recelos y ha colocado al Sevilla F.C. en numerosas ocasiones en el centro de la diana de ataques injustificados, leyendas negras y campañas de desprestigio, sufriendo persecuciones y agravios de los que se ha desbridado sin lloriqueos, rebelándose como sólo lo hacen los verdaderamente grandes, con elegancia, a golpe de triunfos sobre el terreno de juego, y protegido por la fuerza de una afición comprometida, con una fe que mueve montañas, capaz de asombrar a Europa y el mundo, como recientemente ha quedado demostrado en las noches de Basilea y Madrid. Probablemente aquí se encuentra el verdadero secreto de la singularidad del Sevilla F.C., su mayor signo identitario, de ahora y de siempre: pocos, muy pocos clubs en tan adversas condiciones, han conseguido tanto.”
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