Por Antonio Ramírez - @Voladizogolsur
Cuentan que Prometeo robó el fuego a los Dioses del Olimpo para entregarlo a la humanidad dando a ésta la luz del conocimiento y de la razón. En recuerdo de aquello de cada cuatro años se enciende en Olimpia, con los rayos del sol y el uso de un espejo parabólico, la llama olímpica que mediante relevos parte hacia Atenas y de ahí a la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos.
En 1968 los Juegos se celebraron en México. En su transitar hacía el destino final la llama olímpica pasó y se paseó por media España para después embarcar en la corbeta “Princesa” rumbo a América. El paso de los relevistas con la antorcha levantó verdadero entusiasmo por los pueblos y ciudades del recorrido. El 8 de septiembre de 1968 llegó al Anfiteatro Romano de Mérida donde pernoctó. A la mañana siguiente partió hacia Sevilla. Fueron portadas las antorchas por atletas sevillanos y bien entrada la noche llegó a Chapina donde se había instalado un pebetero. En dicho monolito se podía leer; MÉXICO 68. En la trasera del mismo, otra inscripción también en hierro forjado, rezaba: “En este lugar se veló el fuego olímpico el nueve de septiembre de 1968”.
El último relevo y que prendió el pebetero fue realizado por el atleta sevillano José Gordillo, recordman de España de levantamiento de pesos y preolímpico, y que formó parte del equipo de halterofilia del Sevilla F.C. (en esa época C.F. por imperativo legal) en unos años donde el Club tuvo una importante presencia en distintas disciplinas deportivas; tenis, tenis de mesa, remo, atletismo, baloncesto, hockey sobre patines, halterofilia… Aquella idea regeneracionista de fomentar el sport para el desarrollo físico de la juventud.
El alcalde de Sevilla, Sr. Moreno de la Cova, hizo un encendido discurso de recibimiento en el que entre otras cosas dijo; “Sevilla es -bien lo sabéis- la capital del descubrimiento. Aquí mismo a pocos metros de nosotros, está el recuerdo de aquel Rodrigo de Triana, que al divisar el primero de todos las tierras de América daba un paso fundamental para incorporarlas a la cultura occidental… Y la llama que ahora nos ilumina aquí, en estas tierras de olivo y en el valle de un rio que conoce todos los secretos de la sabiduría mediterránea…”
Por su parte, el periodista de la Hoja del Lunes, Ignacio García Ferreira escribió; “Este es el gran significado de las Olimpiadas, en las que los hombres jóvenes y fuertes, al margen de diferencias de raza, de religiones y de credos políticos se unen en el esfuerzo, en la superación deportiva, en hermandad de paz ilusionada. En estos tiempos de luchas y dolor, la llama olímpica es la luz que simboliza la hermandad y la fraternidad entre hombres y pueblos”
La llama olímpica en su pebetero, al que unas bombonas de butano suministraban combustible, fue velada y custodiada en Triana toda la noche por los atletas hispalenses y continuó hasta el mediodía siguiente que partió rumbo a Huelva, portando la primera antorcha de la jornada el gran Francisco Mateos, halterófilo del Club Natación Sevilla y que no pudo acudir a esos juegos por un fallo burocrático. Sí acudió en cambio a Múnich 1972 y Montreal 1976.
La colocación del pebetero olímpico en Chapina no fue casual. A finales de los 60 se estaban construyendo unas magníficas instalaciones deportivas sobre el taponamiento del río que se hizo años antes. Una pista de atletismo, un polideportivo cubierto y piscinas. En estas últimas aprendieron a nadar miles de niños sevillanos y sirvió de refrescante esparcimiento estival a muchas familias. Con el derribo de las instalaciones para abrir de nuevo el cauce del río de cara a la Expo92 Triana quedó sin un lugar de ocio veraniego, carencia que se mantiene 35 años más tarde.
Y muy cerquita también estaba la estatua de Rodrigo de Triana como apuntaba el alcalde en su discurso. La efigie, labrada en piedra, había figurado en la plaza de los Conquistadores en la Exposición Iberoamericana de 1929. A la finalización del certamen fue desmontada y posteriormente se trasladó en 1948 a la plaza de Chapina. Todo el tráfico rodado, que iba en aumento año a año, pasaba rodeando la estatua al ser la entrada y salida de vehículos hacia Huelva y Extremadura. Su ubicación era cada vez menos idónea. Para colmo, la estatua representaba a Rodrigo de Triana sosteniendo un pañuelo con el brazo en alto y el puño cerrado. El pañuelo fue en alguna ocasión objeto de fractura. Rodrigo “el rojo” o “el comunista” le pusieron de remoquete. Todo hizo que sobre 1973 la estatua fuese sustituida por otra que se colocó al final de Pagés del Corro cerca de la plaza de Cuba. De “el comunista” nunca más se supo. El pebetero también desapareció con las obras del puente del Cachorro.
Nada queda de aquello, solo los recuerdos y las hemerotecas.
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Casi 24 años después, el fuego griego volvería a Sevilla con motivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona. El 13 de julio de 1992 de la mano de Fernando Climent, capitán de la embarcación sevillista en las regatas Sevilla-Betis por aquellos años y medallista de plata en Los Ángeles 1984 -dos sin timonel-, se prendía un nuevo pebetero instalado junto al pabellón del COI en el recinto de la Expo’92 en la orilla de Triana.
Pero eso es otra historia.
*Foto de cabecera de la web Club Náutico de Sevilla
**Foto de Rodrigo de Triana de Google, sin poder localizar a su propietario.
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