Por Antonio Ramírez, @voladizogolsur
El siguiente artículo apareció en la
revista argentina Caras y Caretas el 2 de mayo de 1925. Lo firma el insigne
periodista y literato andaluz José Muñoz San Román, nacido en Camas (Sevilla)
el 10 de diciembre de 1876 y fallecido el 28 de enero de 1954 en Sevilla que en 1919 lo declara Hijo Adoptivo y,
en 1944, Predilecto.
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¿Quién diría, si no lo hubiesen
aseverado los hechos y el tiempo, que en Sevilla habría de culminar de manera
tan extraordinaria la afición y el entusiasmo por el deporte futbolístico? Todo
el mundo sabe que es Sevilla la cuna del toreo, que en ella nacieron los
famosos lidiadores Cúchares y Pepe-Hillo, Manuel Domínguez y el Tato, en los
tiempos viejos, y, en los más próximos, Cara-ancha, el Gordo, los hermanos
Bomba, los Gallos y Belmonte, entre un centenar, y que al propio tiempo se
desarrollaron ganaderías de reses de lidia tan renombradas como las de Murube,
Saltillo, Moreno Santamaría y Mihura, pongamos, por ejemplo. Y todo el mundo,
en vista de estas especiales circunstancias y del entusiasmo, rayano muchas
veces en delirio, que manifestaban el público, no sólo en la plaza sino en las
conversaciones de los casinos, cafés, y durante las mismas tareas del trabajo,
con relación a las corridas de toros, se negaba a creer que en nuestro solar
pudiera arraigar la afición por otros ejercicios y espectáculos que no fueran
los de tauromaquia.
Los hechos, como dijimos al principio,
han venido a desvanecer esta creencia, y a acreditar que nuestro pueblo es uno
de los que más atención han prestado al fútbol, no sólo prodigando los equipos
y las organizaciones sociales con él relacionadas, sino que han llegado a crear
una manera y un estilo propios, que aplaude y admira toda España.
Hay en Sevilla constituidas unas
veinticinco sociedades futbolísticas, integrantes de la Federación Sur, y
formados equipos en un número tan extraordinario como pudieran contarse por
barrios, parroquias y hasta por calles.
Así se denominan, aparte del Sevilla
F.C. y el Balompié F.C. –los dos más importantes de los federados-, el Triana
F.C., Alfarería, Pumarejos, Baratillo, Macarena y muchos más, nombres de
barrios típicos. Y no tengamos que agregar que cada plazuela y cada encrucijada
de calles es un campo de juegos improvisado, donde la chavalería se entrena en
el entretenido deporte, al propio tiempo que hace repetidos “gols” en las
pobres narices de los transeúntes. A tal punto ha llegado la afición, que los
muchachos ni en el sueño paran su actividad recordando el juego que les tiene
el seso absorbido. Pero, lo más interesante es la característica que los
equipos sevillanos han sabido imprimir a sus juegos, destacándose de todos los
demás del país.
El jugador sevillano tiene un sentido
helénico del fútbol. Cuida, sobre todo, de la forma, de la elegancia,
considerando este deporte como un verdadero arte. Por eso abomina y huye, en
todos los casos, de la brutalidad. El futbolista sevillano no se limita a
practicar la jugada, sino que procura, por todos los medios a su alcance, que
le resulte artística. Además, se distingue por la rapidez, la agilidad y la
pronta concepción de la jugada.
Y como en otros lugares de España
predomina el juego violento, creíase que el sevillano nunca pasaría de ser una
cosa preciosista, pero sin eficacia. Mas, esto ha sido un error, puesto que
todos los equipos españoles han llegado a ser vencidos por el Sevilla F.C., no
sólo en partidos amistosos sino en otros de campeonato. Este equipo tiene
jugadores notabilísimos conocidos en todo el mundo deportivo. Ellos se nombran
Kinké, Rey, Spencer, Herminio, Sedeño y sobre todo, Ocaña, el prototipo del
jugador sevillano y el mejor medio centro de España.
El Sevilla F.C. ha tenido triunfos muy
resonantes. El año 1918 venció al Madrid F.C. , campeón de España, y el 21 al
Athletic, de Bilbao, también campeón del país. En 1923 tomó parte en un torneo
internacional con los equipos campeones de Italia, de Bélgica y el Real
Sociedad de San Sebastián, obteniendo en el éxito el segundo lugar, a pesar de
corresponderle el primero.
Y en estos días ha resultado empatado
a cero con el Nacional de Hungría. El campo del Sevilla F.C., sobre todo, se ve
rebosante de público en los días de jugada, llenándose de espectadores hasta
los árboles próximos.
Y ni los toreros miran con malos ojos
este extraordinario auge del fútbol en Sevilla, antes, por el contrario, no
sólo se confunden entre los espectadores interesándose vivamente por las
jugadas, sino que van a ejercitarse en el campo en los días y horas en que no
les frecuenta el público.
Y con esto hemos dicho la última y más
significativa palabra del desarrollo y afición que ha llegado a alcanzar el
deporte futbolístico en Sevilla.
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