lunes, 24 de marzo de 2025

PASIÓN POR LA HISTORIA


Por José Melero - @JoseMelero1

Desde siempre me sentí atraído por la historia del fútbol. Siendo un niño, mi padre me hablaba de aquel Sevilla FC que ocupaba sus tardes de ocio en su juventud, en los primeros años cincuenta, en aquella Sevilla de posguerra. Un Sevilla FC en blanco y negro con el que fantaseaba y unos jugadores que se convirtieron a fuerza de oír sus gestas en mis primeros ídolos. Campanal, Busto, Pepillo, Arza, Domenech… y don Ramón Sánchez Pizjuán. Todo un señor me decía mi padre.

Rulaba por mi casa una historia del Sevilla FC que creo recordar le había regalado a mi padre un tío mío. Tres tomos que editaba "Biblioteca de Ediciones Andaluzas", con la firma de Manolo Rodríguez López, Tomás Furest Rivero y José Manuel García González, con Manolo Ruesga Bono como responsable gráfico. El prólogo era del presidente sevillista Eugenio Montes Cabeza. Todavía anda por mi casa. Recuerdo  preguntarle a mi padre por tal o cual jugador, por tal o cual partido y por las mil y una anécdotas que da el futbol y que yo suponía que él había conocido de cerca.

Con los años comencé a intentar empaparme de la historia del Sevilla FC, leía todo lo que llegaba a mis manos. Poco, la verdad, puesto que en aquellos años desgraciadamente el club no se preocupaba por transmitir una imagen actualizada de su historia.

Luego llegó el Centenario y me topé por casualidad con un libro que iba a despertar mi curiosidad y mi hambre por investigar. Se trataba de "Primeros pasos del foot-ball sevillano", escrito por el que luego sería mi amigo Juan Castro Prieto. Ese libro supuso todo un descubrimiento para mí, por lo novedoso, por como estaba escrito y porque relataba una historia que no era la que yo había leído antes. Una historia llena de tópicos, clichés y leyendas urbanas que no estaban documentadas y que, sin embargo, estaban muy extendidas en el subconsciente de los aficionados al fútbol en nuestra ciudad.

Tras leer el libro, que devoré en poco tiempo, y con ese escepticismo que siempre me ha acompañado, me dirigí a la Hemeroteca Municipal, a comprobar que todo lo que se escribía en él era cierto. Hay que señalar que aún no conocía a Juan y, por lo tanto, no conocía de su honradez y rigurosidad. Me pegué varios días en la Hemeroteca verificando todas y cada una de las citas que acompañaban al texto. Un día tras otro iba en peregrinación a la calle Alhóndiga a saciar mi curiosidad. "El Liberal", "El Correo de Andalucía", "El Noticiero Sevillano", "El Porvenir"… Hojeando y ojeando los diarios que me iban a demostrar que además de que estaba escrito con una cronología impecable, se podría decir tranquilamente que todo lo que se había plasmado en esas páginas era de una autenticidad y de una veracidad incontestable.

Y como siempre digo, desde aquellos días no volví a salir de la Hemeroteca. En cuanto podía escaparme del trabajo, los días libres o los días que salía antes, me pasaba las horas y las horas buceando en archivos, revistas y en los periódicos microfilmados que allí había y que hacían que me sorprendieran por cada descubrimiento.

También es cierto que escogí una época de la historia fascinante, una época donde la transformación del futbol se plasmaba en la prensa y motivaba que mis ganas de investigar se incrementaran por cada hallazgo o revelación. Un fútbol donde sus protagonistas habían pasado de aquellos sportsmen altivos a unos jugadores que pertenecían a una clase social más baja, donde una prensa que apenas publicaba pequeñas reseñas futbolísticas escritas de forma irregular por los mismos protagonistas del balón, pasó a dar cabida a unos profesionales del periodismo deportivo que cada vez eran más extensos y ecuánimes en sus crónicas. El fútbol crecía, se transformaba y fluía de igual manera que lo hacía la sociedad. Y todo lo hacía de forma vertiginosa ante mis ojos. Se pasó de aquellos terrenos de juego sin vallar a modernos recintos con gradas y tribunas a las que accedían miles de personas pagando su correspondiente localidad. Se  incorporaron nuevos roles dentro de los clubes: entrenadores, secretarios técnicos, médicos, contables…

En definitiva, iba descubriendo como el fútbol  se iba abriendo paso y despertaba en mí una pasión por conocer su origen y su desarrollo. Una pasión por su historia.

martes, 18 de marzo de 2025

EL LEÓN Y LAS HIENAS

Por Carlos Romero - @CarlosRomeroSFC

“Sobre el león moribundo bailan las hienas, pero una hiena nunca podrá ser un león”.

Casi 60 años tuvieron que pasar para que el león alcanzase todo su esplendor nuevamente, aquél Sevilla campeón llegó a su ocaso en los años 60 atenazado por la enorme deuda que supuso construir el actual coliseo sevillista sin los ingresos que pueden producirse hoy en día más allá de la venta de entradas, lo que suponía la principal fuente de ingresos de los clubes de la época.

Aquello repercutía de forma directa en la parcela deportiva, la calidad de los jugadores se vio mermada y los resultados llevaron sus huesos a la Segunda División en varias ocasiones. Hablamos de un Sevilla FC mediocre, sin aspiraciones, conformista, cuya única meta era quedar por encima de sus rivales más inmediatos, algo impropio de un equipo triunfador.

Tuve la enorme suerte de conocer a Daniel Bertoni, aquel jugador que en 1978 se proclamó campeón del mundo con Argentina que ya se había comprometido previamente con el equipo sevillista. Recordemos que el jugador sólo pudo llegar al club con el empréstito de cada uno de los socios sevillistas para su fichaje, que aportaron 1.000 de las antiguas pesetas, un dinero importante para la época y algo inaudito en una afición, hecho que, entre otras cuestiones que hoy no relataremos, la hace única y diferenciada.

Me contaba Bertoni y las hemerotecas lo atestiguan, que llegó por primera vez al vestuario y notó cómo todos sus compañeros le ponían cara larga, se mostraban fríos y enfadados con él. El motivo fue que declaró a la prensa que había llegado al club para ganar títulos, algo que cualquier jugador sevillista contemporáneo firmaría, pero que, con perspectiva, viajando a ese momento histórico, era algo imposible en el imaginarium de los jugadores que se conformaban con intentar hacer un buen papel no descendiendo y quedar de media tabla para arriba, ese era en realidad el objetivo marcado. Bertoni les puso en un compromiso, apuntó a algo que seguramente sería imposible, pero que tampoco estaban por la labor.

Aunque en determinados momentos hubo buenos equipos conformados, lo cierto y verdad es que los dirigentes sevillistas tampoco fueron muy ambiciosos, no profesaban una mentalidad ganadora, el coctel perfecto de la mediocridad.

Pero, cosas del destino, al Sevilla FC le daba para seguir siendo el rey del sur de España con los éxitos cosechados en el primer tercio del siglo XX. Los 18 campeonatos de Andalucía -por más que sus rivales intentasen desprestigiarlos- los tres campeonatos de España y la Liga de 1946, prevalecieron antes de 2006 por más que pretendiesen el resto de clubes andaluces acercarse.

La realidad dicta, sin hablar de palmarés, que el Sevilla FC, actualmente, ostenta en la clasificación histórica de la Liga casi mil puntos más que el segundo, 1.500 goles más que el segundo, 22 temporadas en Primera División más que el segundo, cuyos datos son extrapolables a aquella época, el Sevilla FC debe imponer el peso de la historia en cada paso, en cada respiración, en cada gesto, en cada mirada, porque los aficionados del siguiente equipo andaluz en esta clasificación, por jóvenes que sean, no verán a su club empatarle en nada, fallecerán de viejos y su club deberá esperar a sucesivas generaciones por si tuviesen suerte. Sus victorias son y serán puntuales, unas motas de polvo en la inmensidad del Universo.

Muchos de los rivales se empeñan, vanamente, en hacer constar que son cosas del pasado y no del presente, pero se equivocan, el Sevilla es actualmente siete veces campeón de Europa, cinco veces campeón de España, súper campeón de Europa y súper campeón de España, amén de la Liga, en este mismo instante en que usted lee estas líneas.

La historia es pendular, la “Declaración de las Madeira” fue nítida, no se puede volver a los localismos y a las ligas particulares, sólo olvidándose de esas cuestiones locales se puede seguir construyendo un Sevilla FC campeón, no hay que caer en la trampa.

viernes, 14 de marzo de 2025

JOSÉ MARÍA ROMERO MARTÍNEZ Y LA GENERACIÓN DEL 27

Por Pedro José Sendra -  @pedrojosesendra

El Ateneo de Sevilla en el año 1927 a través de su presidente y del responsable de la Sección de Literatura acometió una arriesgada empresa articulada en una propuesta cultural que con su carácter vanguardista conectaría a la ciudad con las últimas tendencias de la literatura española y europea.

Una justificación, sin duda, el tercer centenario del fallecimiento de Luis de Góngora si bien no se puede ocultar la influencia de su metafórica obra cargada de antirrealismo sobre esta pléyade de jóvenes poetas que proponían una huida de la realidad en sus composiciones, propias del modernismo literario que preconizaban.

Aquel año se organizaron múltiples actos de homenaje con este motivo a los que asistieron algunos de estos poetas emergentes si bien el pergeñado por el Ateneo sevillano fue el más significativo y que pasaría a la historia de la literatura quizás porque su verdadero objetivo consistió en poner en escena a esta generación de noveles autores dotándolos de una cohesión y conciencia de grupo que hasta ese momento no se había conseguido en anteriores apariciones no resultando asunto baladí que este cúmulo de circunstancias fluyeran en el marco más apropiado como el ofrecido por la Ciudad de la Gracia, incomparable plató fuente de inspiración y prolífico manantial de larga trayectoria poética. 

Comentaba al principio el componente de riesgo que asumía el Ateneo sevillano y a nivel personal su Presidente de la Sección de Literatura, José María Romero Martínez, invitando a nuestra ciudad a este grupo de jóvenes, por aquél entonces inquilinos en la residencia de estudiantes de Madrid, porque a pesar de que ya eran destinatarios de cierto prestigio con sus primeras obras publicadas, colaboraciones en revistas literarias y algún que otro premio de relevancia aún no gozaban del reconocimiento que posteriormente obtuvieron ya que iniciaban sus primeros pasos en la literatura.

Pero… ¿Quién era José María Romero Martínez?

Sevillano, nacido un 3 de octubre de 1893 en la calle Sevilla nº 11 del aljarafeño pueblo de Olivares, localidad en la que vivió su infancia y adolescencia hasta los 14 años cuando su familia se trasladó a Sevilla al conseguir su padre este nuevo destino en su profesión de notario.

De su afición por la poesía queda constancia en sus primeros cuadernos escolares pero no será hasta el inicio de sus estudios universitarios de medicina cuando junto a un grupo de amigos con las mismas inquietudes literarias promueven la publicación de la revista Andalucía en 1911.

Paralelamente publica poemas en la revista La Exposición y a partir del año siguiente ya de forma prácticamente ininterrumpida en El Liberal de Sevilla hasta el año 1924.

José María Romero, junto a otros poetas jóvenes, comenzaba a formar parte de los escritores sevillanos vinculados al Ateneo de la ciudad siendo presentado oficialmente a la docta Institución en febrero de 1913 por su amigo y poeta José Muñoz San Román que refiriéndose a él comentó: «empieza por donde acaban otros galardonados paladines de la Poesía».

Así se refería a ellos José María Izquierdo:

«Había en el Ateneo de Sevilla un grupo de jóvenes que dieron en la manía de leer…de leer poesías y de hacerlas -en verso y en prosa- y de vivirlas. El amable rincón donde se reunían –un claro y alegre pasadizo que da a la Biblioteca- se llamó “el pasillo de los chiflados.”»

Una amplia nómina de ateneístas, entre ellos los tres citados anteriormente, compartían junto a sus dotes literarias sus afinidades con la estética deportiva de la “Escuela Sevillista” que practicaba el Sevilla Foot-Ball Club en la ciudad. 

En febrero de 1914 se editaba Romances de Primavera, primer libro de nuestro personaje con 45 poemas, dedicado a su amigo José María Izquierdo.

Hombre profundamente comprometido con su futura profesión funda junto con un grupo de estudiantes de medicina el Ateneo Médico Escolar en marzo de 1915 a través del cual canalizarían sus legítimas reivindicaciones ante la escasez de medios hospitalarios.

En los Juegos Florales organizados por el Ateneo para este curso 1914-15 celebrados el 17 de mayo en el teatro San Fernando la obra elegida para optar a la flor natural de entre las treinta presentadas fue la que llevaba por lema “A los hombres de buena voluntad” comprobándose a la apertura de la plica que correspondía al joven estudiante de medicina José María Romero Martínez tratándose de un canto a la paz para aquella primera contienda bélica mundial en curso.

Tras el fallecimiento de su padre D. Miguel Romero Sánchez en el año 1917 y finalizar ese mismo curso su licenciatura abrió consulta en la calle Pureza donde comenzó a ejercer como médico al mismo tiempo que ocupaba plaza como profesor auxiliar en el departamento de Histología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina.

Durante estos años se acrecentó su fama personal de buen médico y popularmente se le conocía como el niño sabio de Triana.

Sus nuevas ocupaciones profesionales y académicas provocaron una disminución de su producción literaria pero no dejó de publicar nuevos poemas en la recién aparecida revista Grecia en 1918. 

Tres años más tarde, José María se presenta a las elecciones municipales para concejal por el distrito de Triana en las listas de la candidatura andalucista propuesta por Blas Infante.

Finaliza sus estudios de doctorado en 1923 y con tal motivo viajó a Madrid aprovechando al mismo tiempo para cumplimentar la invitación cursada por el Ateneo capitalino en el que se celebró una lectura de sus poemas.

En ese mismo verano aparece su única obra narrativa con el título de El Último Madrigal dentro de la colección “La novela del día” que dirigida por su hermano Miguel Romero Martínez realizaba publicaciones semanales con colaboradores de la talla de Chaves Nogales, Cortines y Murube, Muñoz San Román, Santiago Montoto, etc.

Resaltar que esta novela corta se la dedica José María a Luis Montoto y don Luis en carta manuscrita el 27 de agosto de 1923 le responde, entre otros agradecimientos, algo así: 

«La novelita es una joya digna de la concha en que cuajó; y usted, mi querido poeta, uno de los pocos ingenios que para escribir se lavan las manos y el pensamiento.»

El Ayuntamiento de Olivares en la sesión del 7 de febrero de 1924, acordó nombrar a José Mª Romero Martínez Hijo Predilecto de este pueblo, para premiar así su alto ejemplo de laboriosidad y los triunfos obtenidos en su brillante carrera y en el cultivo de las letras.

En abril de 1925 comienza una nueva faceta de su vida al contraer matrimonio con María Rossi y asumir otras responsabilidades profesionales pero hay constancia de cuatro poemas escritos en cuartillas con el membrete de «Subdirector del Manicomio de Miraflores», cargo que ganó por oposición en 1926.

Probablemente estos fueran los poemas que José María Romero recitara el 16 de noviembre de 1926 en la solemne apertura del curso 1926-27 en la que el Ateneo dedicó la velada a la conmemoración del séptimo centenario del tránsito de San Francisco de Asís y en el programa del acto figuraba en su segundo punto, lectura de poesías por don José Mª Romero Martínez.

Alcanzada la primavera de 1927 tuvo lugar un hecho relevante y decisivo para sucesos posteriores como fue el nombramiento de una nueva Junta Directiva en el Ateneo de Sevilla dirigida por Manuel Blasco Garzón en la que figuraban los escritores José María Romero Martínez y Alejandro Collantes de Terán como presidente y vicepresidente respectivamente de la Sección de Literatura.

Llegamos finalmente a la inauguración del curso 1927-1928 de la Sección de Literatura del Ateneo de Sevilla. No voy a entrar en excesivos detalles del acto por haberse tratado en multitud de ocasiones al ser el evento literario más conocido e importante de esta institución a lo largo de su historia considerado como hito fundacional de la Generación del 27 que da título a este escrito.

Para ello se utilizaron dos jornadas con lecturas poéticas en honor a Luis de Góngora, autor homenajeado, a cargo de los mejores representantes de la poesía vanguardista del momento.

Las veladas se celebraron finalmente los días 16 y 17 de diciembre, si bien habría que remontarse meses atrás y trasladarnos a las gélidas noches en aquellas salas del manicomio de Miraflores donde el Dr. José María Romero ejercía sus funciones como médico subdirector del centro hospitalario y comenzaba a dar forma en un primer momento a la estructura del evento gongorino seleccionando lecturas, manejando textos y poemas, eligiendo conferenciantes, etc.

Eran fechas en las que su viejo amigo Ignacio Sánchez Mejías, retirado de sus quehaceres taurinos por segunda vez pocos meses atrás, iniciaba su nueva afición por la literatura y pasaba este verano en la finca de Pino Montano que había pertenecido a su cuñado Joselito escribiendo una obra de teatro llamada “sinrazón”, una historia de locos, que provocaba sus constantes visitas al manicomio como trabajo de campo para su proyecto y mantenía largas conversaciones con el doctor Romero. Ambos tenían en común fuertes vinculaciones compartiendo, por una parte, la condición de ateneístas con un reciente interés por la literatura en el caso del torero y una larga trayectoria poética acumulada por José María Romero pero sobre todo, desde tiempo atrás, los lazos de afinidad existentes dada la filiación sevillista que compartían y continuaban alimentando como socios del Sevilla Foot-Ball Club, de carnet, en estas fechas.

Fruto de estos encuentros José María hace partícipe de su proyecto para el acto de inauguración del curso de literatura a Ignacio que se presta a colaborar contactando con la mayoría de los poetas que había ido conociendo en Madrid varias semanas antes de su retirada de los toros, a excepción de García Lorca que se encontraba en Cataluña preparando el estreno de Mariana Pineda.

El 28 de octubre de 1927 José Mª Romero como presidente de la Sección de Literatura del Ateneo sevillano junto con Alejandro Collantes de Terán, vicepresidente de la mencionada sección, «alma mater» de la revista Mediodía y amigo también de Ignacio presentan la propuesta a la Junta Directiva ateneísta presidida por su responsable último D. Manuel Blasco Garzón, expresidente sevillista un par de años antes, con gran aceptación por parte de esta última respondiendo que dispusieran de todo lo necesario para que las jornadas fueran organizadas con la mayor brillantez posible.

«Según los teóricos, para que pueda hablarse de una generación literaria es indispensable, entre otras cosas, la existencia de un acto que certifique su presentación pública»

…Y, en efecto, así ocurrió, dos veladas poéticas enmarcadas en la noche sevillana y un banquete de despedida en la Venta Antequera, esta vez sí, al mediodía, constituyeron los actos oficiales que presididos por Manuel Blasco y José María Romero en representación del Ateneo y su Sección de Literatura con sus correspondientes intervenciones pasaron a la historia de la literatura española y dieron nombre a la Generación del 27.

Se puede colegir, finalmente, de todo lo anterior la autoría del Excmo. Ateneo de Sevilla, con su presidente a la cabeza, en la logística, producción y financiación íntegra de los actos oficiales referidos como bien reflejan los asientos del Libro de Cuentas del mes de diciembre de 1927 donde se incluyen los gastos de viaje de los señores que protagonizaron las veladas, los de su alojamiento en el hotel París así como los del banquete en la clausura de los actos de los mismos señores a la finalización de las jornadas expuestos por  Rogelio Reyes Cano en su libro «Sevilla en la Generación del 27».

La coordinación con la definición de contenidos, objetivos, enfoque y programación de las Jornadas propuestas debe ser atribuida a la Sección de Literatura del Ateneo sevillano encabezada por su presidente y la inestimable ayuda del ateneísta y gran matador de toros que gracias a su amistad con algunos de los poetas intervinientes facilitó los necesarios contactos, los acompañó en su viaje y agasajó desinteresadamente durante su estancia en Sevilla fuera del programa oficial de los actos.

Por último, no puede pasar desapercibida la militancia y condición sevillista de los tres personajes referidos en cuanto a su apuesta por la cultura haciendo posible junto con los jóvenes poetas sevillanos del grupo «Mediodía» que este evento se convirtiera en el mejor referente de la Literatura española del siglo XX.





miércoles, 5 de marzo de 2025

BLASCO GARZÓN Y LA SEMANA SANTA



Por Juan Luis Franco - @CornelioSFC

Hoy no es mal día para hablar de cofradías, pero para datos biográficos de imagineros o criticar a bandas o andares de los pasos ya tienen ustedes otros foros y tertulias. 

A nosotros nos gusta enfrentarnos a argumentos intrincados para llegar a conclusiones sencillas. De camino, o de forma obligada, si el Sevilla Fútbol Club está por medio, mejor que mejor. 

Hoy traemos a estas líneas la Semana Santa, un republicano de izquierdas y un presidente del Sevilla. Tres historias distintas y un solo protagonista verdadero: salvar las procesiones, el precio de los palcos y una “interpretación apasionada” de la Semana Santa; historias que convergen en Manuel Blasco Garzón.  

Según la tradición y la historia, la izquierda republicana se dedicó a quemar iglesias y a saquear conventos. Esto es irrefutable, aunque sólo en parte. No todos los republicanos de izquierda eran así.  

Leandro Álvarez Rey, profesor de Historia Contemporánea de la Hispalense, en la revista Más Pasión. nos presenta una sentencia aplastante: 

Sin Miguel García y Bravo Ferrer y sin Blasco Garzón, la Semana Santa habría desaparecido. 

La constitución republicana (promulgada el 9 de diciembre de 1931) había resuelto consentir la libertad de culto, pero prohibir toda celebración religiosa en la calle, lo que significaba, de hecho, ilegalizar las procesiones. 

Fueron ellos quienes se plantaron corriendo en Madrid y lograron in-extremis modificar ese artículo. A cambio, ambos fueron condenados al ostracismo. 

Manuel Blasco Garzón, hermano de El Silencio, cuya túnica vestía todos los años, (El Socialista, consideraba inapropiada esa actitud), harto del boicot de las derechas a la Semana Santa, amenazó con sanciones a los responsables, los periódicos conservadores se le echaron encima a mordiscos. 

Álvarez Rey, rescata una cita del diario tradicionalista La Unión: 

El señor Blasco Garzón ha salido otros años con la Cofradía del Silencio, antes de ser ministro, aunque era miembro de un partido republicano, izquierdista, enchufista y laico. Puede el señor Blasco cambiar de postura; puede, si le da la gana, cambiar lo religioso por lo antirreligioso. Ya es visto que puede. Acto es de su libre albedrío; pero no complique a las derechas si dan cuenta de su resolución (...). 

Llegó 1936, para entonces Manuel Blasco Garzón estaba en el Gobierno y la izquierda presidía el Ayuntamiento de Sevilla. La situación de las cofradías y la Semana Santa era tensa, como tenso era el pulso izquierda-derecha. 

La segunda historia nos la cuenta ahora Juan Ortiz Villalba (Del golpe militar a la guerra civil. Sevilla 1936). 

Durante el primer bienio republicano, las derechas habían impedido los desfiles procesionales con el pretexto del ambiente anticlerical. La Semana Santa se recuperó en parte durante el bienio radical-cedista, pero fue en 1936 cuando todas las cofradías volvieron a salir a la calle. El alcalde Horacio Hermoso y los concejales republicanos pusieron un gran empeño en realzar la Semana Santa comprometiendo decididamente al Ayuntamiento en su organización y venciendo las reticencias de los concejales comunistas y socialistas. 

Las derechas sevillanas buscaron entonces otras formas de deslucir la Semana Santa y hacer de ésta arma arrojadiza contra la República. Las familias aristocráticas y de la burguesía, que tradicionalmente alquilaban los palcos de la plaza de San Francisco, situados frente al Ayuntamiento, para contemplar los desfiles procesionales, los dejaron vacíos. Así privaban a las cofradías de los ingresos correspondientes. Además, las señoritas derechistas se negaron a lucir mantilla y peineta el Jueves Santo, haciéndolo en cambio otras, de los medios republicanos. Ante el boicot a los palcos de la plaza de San Francisco, el alcalde dispuso que los ocupasen los niños del asilo, haciéndose cargo del coste el Ayuntamiento de Sevilla y el ministro de Justicia Manuel Blasco Garzón, de su propio bolsillo. 

El profesor J. M. Macarro (La Sevilla republicana), además de coincidir con lo descrito por Ortiz, nos cuenta como Blasco denunció la maniobra que había intentado convertir las procesiones en arma política, utilizada por  ciertas clases privilegiadas, que a su vez alardean en no pocas ocasiones, de una devoción religiosa, hacendada y firme. 

Ese mismo año hizo de cicerone de importantes personalidades nacionales a las que acompañó por Sevilla, su Feria y a una corrida de toros en el palco de la Real Maestranza. 

Unos años después, pagó sus ideales con el exilio, aunque no perdió la ilusión de volver a su tierra. Desde Buenos Aires, en 1941, nos transmitió sus Evocaciones Andaluzas, dedicado a todas las provincias de Andalucía, y a Sevilla en particular. El capítulo VII lo dedicó a la Semana Santa sevillana. A lo largo de siete páginas resume la historia y la liturgia de las cofradías con un realismo que en pocos sitios lo podemos encontrar hoy. Hemos entresacado tres párrafos de este Hermano de la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Así nos contaba, el propio Blasco Garzón, su interpretación apasionada de su Semana Santa: 

 Y es que esta Semana Mayor, que llega a su realización, coincidiendo con la luna llena de la primavera; tiene en sus complejos severos y graciosos, en sus ritos solemnes y milagreros en sus devociones sentimentales y puras, en su aire de paganismo artístico y genial, en todo su conjunto, en una palabra, una modalidad tan propia, tan característica, tan original y al mismo tiempo tan preñada de contradicciones sutiles y de paradojas alucinantes, que sorprende primero, cautiva más tarde y encanta definitivamente a los que la observan y la contemplan, absortos ante un espectáculo de difícil superación en su genialidad constructiva. 

(...) 

Junto a la austeridad de !as imágenes, al lado de la gravedad de los encapuchados -no todos, porque en no pocas hermandades el hábito es deleite de la vista y primor de confección-; frente al doloroso pasaje de la vida cristiana, que se conmemora limpio de exégesis dogmáticas y perfilado en sus más claras líneas sentimentales, está invitando al placer y exaltando los encelados caminos de la carne, la atmósfera cuajada de penetrante olor de azahares, el aire tibio y deleitoso de esa incomparable primavera meridional, el agrio olor de la muchedumbre en movimiento, la presencia, en la calle, de las mujeres de la ciudad que enmarcadas en la mantilla airosa y ceñido el cuerpo vibratil por las sedas oscuras del traje largo, son como una alucinación indescifrable, que hace más firme y encendido el afán de vivir embriagadoramente... 

(...) 

No quiero terminar sin una afirmación. El sentido religioso de mi pueblo, “que pertenece a la corriente efectiva que dentro de la teología se caracteriza por el predominio de lo sentimental sobre lo intelectual, por tener siempre la imitación de Cristo y la Humanidad de Cristo, como vía para llegar a la Divinidad», está tan lejos de todo dominio de cierta clerecía, como la conducta de los seguidores del Nazareno, se encuentra distanciada de la prédica maravillosa del maestro. El alma del pueblo andaluz busca camino de superación, en hondas concepciones espirituales. Hoy, ante el dolor, lacerante, único, que derrama sangre inocente en un alarde de crueldad antihumana, en el corazón del pueblo brotará seguramente una nueva saeta con los dos filos acerados; el del dramático llamado a los poderes que rigen el Universo para que descarguen su fuerte justicia sobre los despreciadores de la vida y el de la maldición, dura, cortante, en que se juntan el anatema y el dolor por el cometido. 

Probablemente, la Semana Santa de Sevilla, siga siendo así.