Por Pedro José Sendra - @pedrojosesendra
El Ateneo de Sevilla en el año 1927 a través de su presidente y del responsable de la Sección de Literatura acometió una arriesgada empresa articulada en una propuesta cultural que con su carácter vanguardista conectaría a la ciudad con las últimas tendencias de la literatura española y europea.
Una justificación, sin duda, el tercer centenario del fallecimiento de Luis de Góngora si bien no se puede ocultar la influencia de su metafórica obra cargada de antirrealismo sobre esta pléyade de jóvenes poetas que proponían una huida de la realidad en sus composiciones, propias del modernismo literario que preconizaban.
Aquel año se organizaron múltiples actos de homenaje con este motivo a los que asistieron algunos de estos poetas emergentes si bien el pergeñado por el Ateneo sevillano fue el más significativo y que pasaría a la historia de la literatura quizás porque su verdadero objetivo consistió en poner en escena a esta generación de noveles autores dotándolos de una cohesión y conciencia de grupo que hasta ese momento no se había conseguido en anteriores apariciones no resultando asunto baladí que este cúmulo de circunstancias fluyeran en el marco más apropiado como el ofrecido por la Ciudad de la Gracia, incomparable plató fuente de inspiración y prolífico manantial de larga trayectoria poética.
Comentaba al principio el componente de riesgo que asumía el Ateneo sevillano y a nivel personal su Presidente de la Sección de Literatura, José María Romero Martínez, invitando a nuestra ciudad a este grupo de jóvenes, por aquél entonces inquilinos en la residencia de estudiantes de Madrid, porque a pesar de que ya eran destinatarios de cierto prestigio con sus primeras obras publicadas, colaboraciones en revistas literarias y algún que otro premio de relevancia aún no gozaban del reconocimiento que posteriormente obtuvieron ya que iniciaban sus primeros pasos en la literatura.
Pero… ¿Quién era José María Romero Martínez?
Sevillano, nacido un 3 de octubre de 1893 en la calle Sevilla nº 11 del aljarafeño pueblo de Olivares, localidad en la que vivió su infancia y adolescencia hasta los 14 años cuando su familia se trasladó a Sevilla al conseguir su padre este nuevo destino en su profesión de notario.
De su afición por la poesía queda constancia en sus primeros cuadernos escolares pero no será hasta el inicio de sus estudios universitarios de medicina cuando junto a un grupo de amigos con las mismas inquietudes literarias promueven la publicación de la revista Andalucía en 1911.
Paralelamente publica poemas en la revista La Exposición y a partir del año siguiente ya de forma prácticamente ininterrumpida en El Liberal de Sevilla hasta el año 1924.
José María Romero, junto a otros poetas jóvenes, comenzaba a formar parte de los escritores sevillanos vinculados al Ateneo de la ciudad siendo presentado oficialmente a la docta Institución en febrero de 1913 por su amigo y poeta José Muñoz San Román que refiriéndose a él comentó: «empieza por donde acaban otros galardonados paladines de la Poesía».
Así se refería a ellos José María Izquierdo:
«Había en el Ateneo de Sevilla un grupo de jóvenes que dieron en la manía de leer…de leer poesías y de hacerlas -en verso y en prosa- y de vivirlas. El amable rincón donde se reunían –un claro y alegre pasadizo que da a la Biblioteca- se llamó “el pasillo de los chiflados.”»
Una amplia nómina de ateneístas, entre ellos los tres citados anteriormente, compartían junto a sus dotes literarias sus afinidades con la estética deportiva de la “Escuela Sevillista” que practicaba el Sevilla Foot-Ball Club en la ciudad.
En febrero de 1914 se editaba Romances de Primavera, primer libro de nuestro personaje con 45 poemas, dedicado a su amigo José María Izquierdo.
Hombre profundamente comprometido con su futura profesión funda junto con un grupo de estudiantes de medicina el Ateneo Médico Escolar en marzo de 1915 a través del cual canalizarían sus legítimas reivindicaciones ante la escasez de medios hospitalarios.
En los Juegos Florales organizados por el Ateneo para este curso 1914-15 celebrados el 17 de mayo en el teatro San Fernando la obra elegida para optar a la flor natural de entre las treinta presentadas fue la que llevaba por lema “A los hombres de buena voluntad” comprobándose a la apertura de la plica que correspondía al joven estudiante de medicina José María Romero Martínez tratándose de un canto a la paz para aquella primera contienda bélica mundial en curso.
Tras el fallecimiento de su padre D. Miguel Romero Sánchez en el año 1917 y finalizar ese mismo curso su licenciatura abrió consulta en la calle Pureza donde comenzó a ejercer como médico al mismo tiempo que ocupaba plaza como profesor auxiliar en el departamento de Histología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina.
Durante estos años se acrecentó su fama personal de buen médico y popularmente se le conocía como el niño sabio de Triana.
Sus nuevas ocupaciones profesionales y académicas provocaron una disminución de su producción literaria pero no dejó de publicar nuevos poemas en la recién aparecida revista Grecia en 1918.
Tres años más tarde, José María se presenta a las elecciones municipales para concejal por el distrito de Triana en las listas de la candidatura andalucista propuesta por Blas Infante.
Finaliza sus estudios de doctorado en 1923 y con tal motivo viajó a Madrid aprovechando al mismo tiempo para cumplimentar la invitación cursada por el Ateneo capitalino en el que se celebró una lectura de sus poemas.
En ese mismo verano aparece su única obra narrativa con el título de El Último Madrigal dentro de la colección “La novela del día” que dirigida por su hermano Miguel Romero Martínez realizaba publicaciones semanales con colaboradores de la talla de Chaves Nogales, Cortines y Murube, Muñoz San Román, Santiago Montoto, etc.
Resaltar que esta novela corta se la dedica José María a Luis Montoto y don Luis en carta manuscrita el 27 de agosto de 1923 le responde, entre otros agradecimientos, algo así:
«La novelita es una joya digna de la concha en que cuajó; y usted, mi querido poeta, uno de los pocos ingenios que para escribir se lavan las manos y el pensamiento.»
El Ayuntamiento de Olivares en la sesión del 7 de febrero de 1924, acordó nombrar a José Mª Romero Martínez Hijo Predilecto de este pueblo, para premiar así su alto ejemplo de laboriosidad y los triunfos obtenidos en su brillante carrera y en el cultivo de las letras.
En abril de 1925 comienza una nueva faceta de su vida al contraer matrimonio con María Rossi y asumir otras responsabilidades profesionales pero hay constancia de cuatro poemas escritos en cuartillas con el membrete de «Subdirector del Manicomio de Miraflores», cargo que ganó por oposición en 1926.
Probablemente estos fueran los poemas que José María Romero recitara el 16 de noviembre de 1926 en la solemne apertura del curso 1926-27 en la que el Ateneo dedicó la velada a la conmemoración del séptimo centenario del tránsito de San Francisco de Asís y en el programa del acto figuraba en su segundo punto, lectura de poesías por don José Mª Romero Martínez.
Alcanzada la primavera de 1927 tuvo lugar un hecho relevante y decisivo para sucesos posteriores como fue el nombramiento de una nueva Junta Directiva en el Ateneo de Sevilla dirigida por Manuel Blasco Garzón en la que figuraban los escritores José María Romero Martínez y Alejandro Collantes de Terán como presidente y vicepresidente respectivamente de la Sección de Literatura.
Llegamos finalmente a la inauguración del curso 1927-1928 de la Sección de Literatura del Ateneo de Sevilla. No voy a entrar en excesivos detalles del acto por haberse tratado en multitud de ocasiones al ser el evento literario más conocido e importante de esta institución a lo largo de su historia considerado como hito fundacional de la Generación del 27 que da título a este escrito.
Para ello se utilizaron dos jornadas con lecturas poéticas en honor a Luis de Góngora, autor homenajeado, a cargo de los mejores representantes de la poesía vanguardista del momento.
Las veladas se celebraron finalmente los días 16 y 17 de diciembre, si bien habría que remontarse meses atrás y trasladarnos a las gélidas noches en aquellas salas del manicomio de Miraflores donde el Dr. José María Romero ejercía sus funciones como médico subdirector del centro hospitalario y comenzaba a dar forma en un primer momento a la estructura del evento gongorino seleccionando lecturas, manejando textos y poemas, eligiendo conferenciantes, etc.
Eran fechas en las que su viejo amigo Ignacio Sánchez Mejías, retirado de sus quehaceres taurinos por segunda vez pocos meses atrás, iniciaba su nueva afición por la literatura y pasaba este verano en la finca de Pino Montano que había pertenecido a su cuñado Joselito escribiendo una obra de teatro llamada “sinrazón”, una historia de locos, que provocaba sus constantes visitas al manicomio como trabajo de campo para su proyecto y mantenía largas conversaciones con el doctor Romero. Ambos tenían en común fuertes vinculaciones compartiendo, por una parte, la condición de ateneístas con un reciente interés por la literatura en el caso del torero y una larga trayectoria poética acumulada por José María Romero pero sobre todo, desde tiempo atrás, los lazos de afinidad existentes dada la filiación sevillista que compartían y continuaban alimentando como socios del Sevilla Foot-Ball Club, de carnet, en estas fechas.
Fruto de estos encuentros José María hace partícipe de su proyecto para el acto de inauguración del curso de literatura a Ignacio que se presta a colaborar contactando con la mayoría de los poetas que había ido conociendo en Madrid varias semanas antes de su retirada de los toros, a excepción de García Lorca que se encontraba en Cataluña preparando el estreno de Mariana Pineda.
El 28 de octubre de 1927 José Mª Romero como presidente de la Sección de Literatura del Ateneo sevillano junto con Alejandro Collantes de Terán, vicepresidente de la mencionada sección, «alma mater» de la revista Mediodía y amigo también de Ignacio presentan la propuesta a la Junta Directiva ateneísta presidida por su responsable último D. Manuel Blasco Garzón, expresidente sevillista un par de años antes, con gran aceptación por parte de esta última respondiendo que dispusieran de todo lo necesario para que las jornadas fueran organizadas con la mayor brillantez posible.
«Según los teóricos, para que pueda hablarse de una generación literaria es indispensable, entre otras cosas, la existencia de un acto que certifique su presentación pública»
…Y, en efecto, así ocurrió, dos veladas poéticas enmarcadas en la noche sevillana y un banquete de despedida en la Venta Antequera, esta vez sí, al mediodía, constituyeron los actos oficiales que presididos por Manuel Blasco y José María Romero en representación del Ateneo y su Sección de Literatura con sus correspondientes intervenciones pasaron a la historia de la literatura española y dieron nombre a la Generación del 27.
Se puede colegir, finalmente, de todo lo anterior la autoría del Excmo. Ateneo de Sevilla, con su presidente a la cabeza, en la logística, producción y financiación íntegra de los actos oficiales referidos como bien reflejan los asientos del Libro de Cuentas del mes de diciembre de 1927 donde se incluyen los gastos de viaje de los señores que protagonizaron las veladas, los de su alojamiento en el hotel París así como los del banquete en la clausura de los actos de los mismos señores a la finalización de las jornadas expuestos por Rogelio Reyes Cano en su libro «Sevilla en la Generación del 27».
La coordinación con la definición de contenidos, objetivos, enfoque y programación de las Jornadas propuestas debe ser atribuida a la Sección de Literatura del Ateneo sevillano encabezada por su presidente y la inestimable ayuda del ateneísta y gran matador de toros que gracias a su amistad con algunos de los poetas intervinientes facilitó los necesarios contactos, los acompañó en su viaje y agasajó desinteresadamente durante su estancia en Sevilla fuera del programa oficial de los actos.
Por último, no puede pasar desapercibida la militancia y condición sevillista de los tres personajes referidos en cuanto a su apuesta por la cultura haciendo posible junto con los jóvenes poetas sevillanos del grupo «Mediodía» que este evento se convirtiera en el mejor referente de la Literatura española del siglo XX.