lunes, 9 de septiembre de 2024

¿POR QUÉ SOY SEVILLISTA?

Por Juan Castro Prieto

Todos los aficionados y seguidores del deporte tienen fórmulas, recuerdos que le llevan a su infancia, porque se hicieron de uno o de otro equipo. El abuelo siempre ha sido un referente, la voz cariñosa de su abuelo le recordaba su pasado, la mano firme de su padre llevándole al estadio, por la avenida, o la voz cálida de su madre festejando el triunfo de su equipo. Cualquier cosa de estas le hacen volver a la infancia y le hacen hacerse de un determinado club, especialmente cuando es de fútbol.

En mi caso mi relación directa con el fútbol vino a raíz de que mi familia se trasladó de trabajar en un Cortijo en la Campiña sevillana, al Aljarafe. En aquella hacienda había prácticamente de todo, era un complejo autosuficiente, había una antigua herrería que servía para herrar los caballos, arreglar los motores, en  definitiva para gobernar  todos los elementos metálicos. Por otra parte había también una carpintería, era una nave enorme, o a mí me lo parecía, ya prácticamente fuera de la hacienda. Era de ladrillo visto, ese ladrillo de aparejo flamenco que sostenía una enorme cercha de madera, que a su vez soportaba una cubierta de tejas árabes. En esa carpintería se arreglaban los rodrigones para aguantar las cepas, también los apoyos para los olivos, el arreglo de escaleras y en mi caso, el carpintero llamado Manolito me construía juguetes de madera que yo disfrutaba en aquellos primeros años infantiles.

Por circunstancias, yo había perdido a mis abuelos muy jóvenes y Manolito suplió esa ausencia con su cariño y afecto, con lo cual se me hacía muy agradable ir a hablar o a charlar con él a la carpintería.

Cuando tenía unos 10 años, Manolito un día estaba leyendo un periódico llamado La Hoja del Lunes, donde venía sobre todo información deportiva. Al volver del colegio él me leía los relatos del periódico. Uno de estos días le pregunté qué decía en aquel periódico y él me contestó que era el relato de un partido de fútbol. En ese partido de fútbol había un jugador llamado Campanal. Para mí ese nombre fue muy sonoro, era como el nombre de un gladiador o de un luchador. Me dijo que este hombre, Campanal, había dado un salto tan potente que había llegado hasta el larguero de la portería quedándose colgado mientras había rematado la pelota. A mí aquello se me quedó grabado, fue como un hecho heroico, un hecho portentoso. Manolito se dio cuenta que había despertado mi interés, por ello a la semana siguiente cuando volví a coincidir con él en la carpintería, me volvió a contar una hazaña de dicho Campanal. Dijo que había corrido más que nadie y que había salvado varios goles. Esto me hizo tener un interés especial por aquel personaje. Manolito se dio cuenta y todos los lunes me contaba alguna narración de aquel portento físico al que llamaban Campanal.

Al poco tiempo me enteré que este jugador era del Sevilla FC, con lo cual empezó a atraerme la figura de aquel equipo de fútbol y me sentí parte de esas heroicas batallas que libraba el famoso jugador y sus compañeros de equipo.

Yo volvía corriendo de los “Maristas” hacía mi casa y a veces ni siquiera me pasaba por ella, directamente me iba a la carpintería a esperar el relato que aquel día me guardaba el anciano carpintero. Pasado algún tiempo le conté a mi madre las hazañas que Manolito me leía en aquel periódico. Mi madre agachó la cabeza, sonrió y me dijo de una manera suave que Manolito no sabía leer. En aquel momento me quedé sorprendido pero desde luego ya mi héroe no era Campanal, mi héroe era Manolito, Manolito que había pretendido hacer feliz mi infancia, una infancia en una hacienda donde iban pocos niños y mucha gente mayor. Desde entonces Manolito fue mi auténtico héroe. Por ello ya de mayor, cuando voy al campo del Sevilla siempre es un recuerdo de infancia, de olor a serrín de madera, de voz grave y cálida, es el recuerdo de una infancia feliz, por ello soy sevillista.


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