miércoles, 29 de enero de 2025

LOS PELIGROS DEL FUTBOL III

Por Amaro García Cuevas - @amaro_gc22SFC 

En este recorrido anecdótico de los primeros años del fútbol en el siglo pasado hemos conocido desde incidentes graves como lesiones y muertes a la expansión del balompié entre las clases humildes de la sociedad a través de los más pequeños, que adoptaron y adaptaron el juego según sus recursos. 

Dentro de lo que consideramos aspectos peligrosos los hay que son directos entre los protagonistas del juego, como balonazos y patadas, e indirectos, cuando las consecuencias afectan a terceros. De unos y de otros vamos a mostrar ejemplos.

Hubo un caso de exceso desmedido en la práctica del fútbol en la figura joven cordobés Manuel Porteño Cañero, de dieciocho años. Organizó un partido entre amigos y lo empezaron a las nueve de la mañana. Según narra la noticia, 

después de estar jugando nueve horas consecutivas, Manuel cayó al suelo desvanecido. Al reponerse comenzó a dar voces y hacer ademanes extraños, que sobrecogieron a sus compañeros.

Una vez conducido a la casa de socorro

el médico de guardia diagnosticó un ataque de enajenación mental a consecuencia de la sofocación y la excitación de nervios experimentada durante el partido. Ya en su domicilio, el médico de cabecera le apreció una bronconeumonía. Su estado es grave.

(El Liberal, Sevilla 24/02/1924)

Los periodistas, siempre al tanto de noticias de toda índole, aprovechaban ese conocimiento para advertir y aconsejar. En esta ocasión se sugería a los árbitros a que en lugar de mantener el silbato en la boca todo el tiempo lo mantuviesen en el bolsillo hasta que su uso fuese necesario.

Resulta peligroso para un referée el moverse de un lado a otro con el silbo siempre en la boca.

Las decisiones rápidas son inmejorables, pero el tiempo que se pierde en llevarse el silbo a la boca es, después de todo, infinitesimal, y resulta más prudente el pecar por esto que exponerse uno a lo que pueda ser un serio contratiempo y probable desfiguración para toda la vida.

(Deportes de Cádiz. 30/01/1917)

Esta recomendación se basaba en un accidente que mencionaba que en un partido de rugbi en Escocia, el árbitro recibió el balón en plena cara y a causa del impacto le saltó el silbato al ojo, teniendo que retirarse para que recibiera asistencia médica. 

Con el tiempo, ni en el bolsillo ni en la boca, sino cómodamente colgado al cuello con un cordón.

Otros árbitros han sufrido la incomprensión por parte de las autoridades al considerar que cualquier suceso violento que se produzca en el terreno de juego es responsabilidad de ellos.

Se jugaba un partido de la Copa de Andalucía de Segunda categoría entre el Athletic F.C. de Sevilla y el Club Deportivo Sevillano en terrenos del Patronato Obrero.

Partido accidentado – El árbitro detenido

Una pareja de seguridad estaba encargada de garantizar el orden. Unos tres mil espectadores, en su mayoría llenos de ‘’filias’’ y ‘’fobias’’, presenciaban el encuentro. A medida que el partido se verificaba, la tirantez de relaciones se manifestaba más. En uno de los fallos* del árbitro, los partidarios de un bando que ven las de perder, tocan el resorte de lanzarse al campo para que dificultando el juego (¡ vaya una pareja a contener a unos cientos!) el juez tenga que pitar la suspensión del partido.

* (entiéndase fallo como decisión)

Y en, efecto, así hubo de suceder. Una vez el árbitro llega a la caseta dónde se cambiaban de ropa se presenta un guardia que le dice:

-¡Queda usted detenido!

-¿Yo? Mire usted que soy el árbitro

-No entiendo de eso. Aquí ha habido una alteración de orden y me acompaña a la Jefatura para decir las causas.

Y para allá que va detenido el pobre hombre.

Y el árbitro –gracias a la bondad de un amigo cariñoso que la suerte le deparó, don Juan de Iturri- pudo ir en el coche que le ofreció, evitando así que pasara mayor bochorno.

(El Correo de Andalucía 20/11/1923)

Don Juan de Iturri Astorquiza, comisionista, era el padre del jugador sevillista Juan José Calixto Iturri Landajo, que había trocado su actividad futbolística a la de árbitro de la Federación Regional Sur en ese año.

Los balonazos a las partes delicadas de la anatomía eran más que frecuentes, pero lo que no era habitual era jugar con lentes, como solía hacer el jugador germano que pertenecía al Español F.C. de Cádiz. En un partido contra el Sevilla F.C. este jugador tuvo la desgracia de recibir un impacto en la cara con leves consecuencias.

Apenas empezó el segundo tiempo, un certero balonazo fue a dar en un ojo al alemán Max Wener, hiriéndose en un párpado con un cristal de sus gafas.

(Deportes de Cádiz, 28/03/1915)

También un fuerte disparo no controlado podía impactar en la grada causando un percance. En un partido jugado en el campo del Mercantil, propiedad del Sevilla F.C., uno de los jugadores lanzó un fuerte disparo que 

Chocó con la batea de un vendedor ambulante de dulces, cayéndose las mercancías, de las que se aprovecharon presurosamente los chicos que allí había.

Atónito por lo sucedido y por la rapiña descontrolada

El vendedor reclamó el importe de su mercancía y entre los footballistas y el público se hizo una cuestación que cubrió sobradamente el valor de aquella.

(El Noticiero Sevillano, 08/12/1913)

Cuando aún los campos no estaban vallados y estaban delimitados por cuerdas o vallas de poca altura, los jugadores se prestaban a acudir al campo vestidos con la ropa de futbolista, pero no siempre era habitual, por lo que una vez en el campo, en una zona concreta habilitada para ello, los jugadores depositaban sus ropas hasta el final del partido, la cual estaba a mano de ladronzuelos. 

Desde las páginas de una revista deportiva se ironizaba sobre este hecho y  se exigía más atención a pesar de contar con vigilancia.

‘’…pongan una pareja o más, pero de la Guardia Civil, cuando haya partido, pues se viene notando por los jugadores que dejan sus ropas en el sitio de costumbre y que al recogerlas, sus bolsillos se los encuentran completamente vacíos…..Señores ladrones…no hay derecho.’’

(Deportes de Cádiz, 10/04/1917)

El tema de los ladrones asociados al fútbol ha tenido bastantes referencias, las más comunes los carteristas y descuideros en las aglomeraciones que se generan ante cualquier actividad que represente afluencia de público. Otros se dedicaban a cuestiones más elaboradas.

En 1924, en Sanlúcar de Barrameda, un individuo llamado Antonio García Aranda, apodado ‘’el Sevillano’’, tenía virtudes futbolísticas fuera de toda cuestión.

Es un gran futbolista, figurando como maestro y como refuerzo del equipo local Sanlúcar F.C., cuya Sociedad deportiva le tenía asignado desde el mes de septiembre la gratificación diaria de dos pesetas.

Probablemente, una vida desordenada le generaba la necesidad de acrecentar sus emolumentos y qué mejor que dedicar su tiempo libre a otros menesteres menos honestos.

Este individuo, sobre cuya conducta tenía sospechas la Policía, ha resultado ser el autor del robo con fractura efectuado hace un mes en un taller de relojería de la calle Cervantes, de donde desaparecieron diversos relojes y otros efectos.

Sus labores delictivas le situaban en varios escenarios.

También es autor ‘’el Sevillano’’ de un robo llevado a cabo a principios de septiembre, en una caseta de baños de las instaladas en la playa, de la que se ‘’evaporaron’’ como por arte de magia, varias prendas de vestir, ropas de baños y otros efectos.

(El Liberal, Sevilla 15/11/1924)

En otro grado de delincuencia se encontraban los que aprovechaban el desarrollo futbolístico con estafas más elaboradas. 

La preponderancia de los incipientes equipos de fútbol se basaba en las victorias sobre rivales de enjundia y en la consecución de trofeos, ya fuesen oficiales u ofrecidos por personalidades o asociaciones benéficas.

No era raro que dichos trofeos fuesen recurrentes en el devenir de una temporada, por lo que un avispado elemento quiso beneficiarse de ello.

Nos participa la sociedad «Sevilla F.C.» que un individuo ajeno a la misma ha sorprendido la buena fe de algunas personas solicitando cantidades para comprar una copa con destino a premio para un «match» que, según él, se está organizando para la sociedad indicada.

Como esto es falso en absoluto, se advierte al público para que no sea víctima de las habilidades de este vivo.

(El Correo de Andalucía 09/03/1916)

Originalmente, la violencia en los terrenos de juego venía dada por la animosidad y rivalidad, en algunos casos con carácter personal, que se proferían los jugadores contendientes. 

Con el tiempo, cuando entre el público empezaron a surgir acérrimos defensores de sus colores, esa violencia se hizo manifiesta en las gradas. Pero incluso antes de eso, los intolerantes se divertían provocando altercados sin importarles a quién iban dirigidos.

Cuando el Sevilla F.C. celebraba sus partidos y entrenamientos en el campo del Prado de San Sebastián estaba sujeto a la agresividad y conducta incívica de una serie de jovenzuelos a los que se les denominaba ‘’zulús’’ o ‘’zulúes’’.

Los pequeños hijos de Zululandia no solo hacen objeto de sus burlas a los jugadores, sino que llegan hasta a tirarles piedras, dándose el caso de que muchas veces los proyectiles hacen blanco en las personas que tranquilamente pasean por dicho lugar o se acercan para jugar.

(El Liberal, Sevilla 14/03/1909)

El Sevilla F.C., de mano de sus dirigentes, ya advertía de lo que sucedía en los partidos que concertaba, enviando las oportunas peticiones a lo máximos responsables de la seguridad ciudadana.

Un ruego – Señor gobernador, varios socios nos suplican le roguemos envíe una pareja de agentes del Cuerpo de seguridad al campo de juego para que se encargue de mantener el orden e impida que la partida de zulús que se estaciona en aquel lugar moleste a los jugadores y a la concurrencia.

(El Liberal, Sevilla 03/04/1909)

Ocho años después, aún se mantenía esta desgraciada costumbre de los gamberros pandilleros.

Se nos quejan de la conducta de un grupo de mozalbetes ineducados, los que todas las tardes y con peligro de las personas que concurren a presenciar los juegos, arrojan piedras a las vallas y al interior del campo del Sevilla F.C.

(El Noticiero Sevillano 31/05/1917)

Francisco Alba y Alarcón, presidente del Sevilla F.C., gran sportman y mejor dirigente, era consciente de que la agresividad en los campos de juego era una circunstancia a la que había que poner freno.

¿No habría manera de corregir lo que en los campos de «sport» ocurre cuando se juega un «match» interesante?

La Federación Regional hacía uso de las herramientas disciplinarias para castigar a los jugadores que pertenecientes a la federación eran violentos o irrespetuosos. Y decía Paco Alba.

Pero ¿y con el público que insulta a los jugadores constantemente?

El desfogue del público contra los jugadores en particular, propios y ajenos, y contra su equipo o el rival en general, ha sido una constante a la que difícilmente se puede poner remedio. Aunque se intenta.

Paco Alba hizo una propuesta.

Aconsejen a los «equipiers» se pongan de acuerdo antes de empezar el «match» para que cuando alguno de ellos vea a algún individuo del público que le insulta pida auxilio a un policía, para que lo lleven detenido.

En el momento en que tres o cuatro sean detenidos, el público (el malo se entiende) comprenderá que allí no se puede ir a desahogar odios.

La propuesta fue buen acogida, pues la labor del presidente sevillista en la propagación del deporte en varias acepciones (fútbol, ciclismo, atletismo, lucha) era sobradamente conocida.

Todos reconocemos en él al infatigable propagandista, espíritu altruista y luchador fiel del «futbol».

(El Correo de Andalucía 05/07/1917)

Pero era una tarea, que a día de hoy todavía no ha sido resuelta. Pasaron los años y siempre fue motivo de discusión entre los defensores de la corrección en el campo.

Se ha iniciado en muchas ocasiones la posibilidad de llegar a suprimir estos campeonatos, que solo sirven para desatar los odios y apasionamientos y mostrar el hombre orangután que lleva dentro.

(El Liberal, Sevilla 16/11/1923)

Pero la pasión tenía también su lado romántico, como el que sucedió cuando dos aficionados sportingistas no dudaron en seguir a su equipo para verlo jugar nada menos que en Sevilla.

Antes de ayer llegó a Sevilla, procedente de Gijón, el buque Ana María. En pleno viaje, de una de las lanchas salvavidas salieron dos muchachos que se hallaban escondidos y que al ser interrogados manifestaron que allá en Musel* embarcaron sin ser vistos, con el fin de presenciar el partido de fútbol que ha de celebrarse hoy domingo, en el que actúa el Sporting de Gijón.

*(Puerto de Gijón)

(ABC de Sevilla 08/12/1929)

La peripecia de una travesía de tres días no fue nada agradable para los dos jóvenes aficionados.

Concibieron la idea de hacer el viaje sin que les costara un céntimo, y como los aficionados a los toros utilizan los topes de los tranvías, ellos se metieron «de ocultis» en uno de los botes salvavidas.

Al segundo día de incómodo viaje de los polizones en el reducido espacio del bote, y como se les terminaron las provisiones de boca, salieron de su escondite y se presentaron en cubierta.

La marinería, en vez de acoger con simpatía a los muchachos, los presentaron al capitán, quién ordenó los encerraran en un cuarto.

Dicen los muchachos que los marineros les dieron varios coscorrones, los insultaron y los trataron mal.

(El Liberal, Sevilla 08/12/1929)

En esos días en Sevilla se culminaban los preparativos para la Exposición Iberoamericana a celebrar en 1929 y como Secretario Nacional de dicho evento figuraba el asturiano Romualdo Alvargonzález Lanquine, que enterado de la noticia 

se interesó por ellos, los socorrió, les dio de comer y les ofreció costearles el viaje a Gijón cuando se marche el equipo.

¡Y aquí están los asturianitos! Querían ver jugar a sus paisanos en el campo de Sevilla y lo han conseguido.

(El Liberal, Sevilla 08/12/1929)

(CONTINUARÁ)


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