Por Antonio Ramírez. @voladizogolsur
“Será noticia para muchos que el juego del fútbol tiene un sonoro
discurrir en España. Se dice (escribe un periodista de la revista “The Field”)
que allá donde los ingleses se establecen, no paran hasta que introducen sus
costumbres y juegos nacionales, y los ingleses en España no son una
excepción. El fútbol lleva algunos años formando parte de los festejos
de Navidad en Sevilla, y el club, bajo la presidencia del genial
Vicecónsul Mr. E. F. Johnston, está en un floreciente estado. El
sábado 27 de diciembre, el partido con Huelva, que se ha convertido en un
acontecimiento anual, tuvo lugar en el hipódromo –en el que se ha obtenido un
campo excelente- gracias a la amabilidad de las autoridades. Casi todos los
ingleses residentes estaban presentes, y una amable representación de
españoles, ansiosos por iniciarse en los misterios del fútbol, el cual, según
describen los periódicos locales, es jugado sin palos ni cestas de protección.
La concurrencia no tenía derecho a quejarse por la diversión que se les brinda,
a pesar de que el rápido juego terminó en empate, sin que ningún bando
marcase; y en verdad, lo único censurable fue la actitud de las señoras
españolas, más preocupadas de las piernas y el comportamiento de los jugadores
que del juego. Las defensas de ambos equipos jugaron bien, y gracias a su buena
defensa, el equipo de Huelva se salvó del desastre, mientras que los delanteros
Welton y White de Sevilla y Birchall de Huelva estuvieron sobresalientes. En
cuanto a Geddes, de Sevilla, merece una mención especial por el dudoso honor de
ser peligroso por igual con sus compañeros que con sus enemigos”.
En 1891 nos lo contaban desde
Nueva Zelanda e Inglaterra; el fútbol formaba parte de los festejos de Navidad
en Sevilla desde hacía algunos años. Los más de mil quinientos extranjeros con
los que contaba Sevilla, la mayoría británicos, entre residentes y transeúntes,
se aliviaban su comprensible morriña con sus costumbres y tradiciones. No es de
extrañar, que al igual que ocurrió en muchos otros lugares, apareciese el
foot-ball, y en este caso no el rugby, pues dejaron claro desde un primer
momento sus intenciones de jugar bajo la Reglas de la Federación “under Association Rules”.
Y apareció a la orilla del
Guadalquivir, en sus muelles. Unos años antes de 1890 se había construido un
magnífico muelle en la margen izquierda, de más de 1400 metros, todo
adoquinado, a más de cinco metros de altura, con cuatro grúas fijas y cuatro
móviles sobre carriles y otras seis de vapor para descarga de grandes
tonelajes. Entre el puente de Triana y el palacio de San Telmo once escalas
dobles de servicio daban su apaño a los barcos de pequeño porte, más otras tres
escalas para viajeros. Se instalaron también en el nuevo muelle varios
tinglados, casetas de aduanas y carabineros, y la Comandancia de
Marina y la Capitanía del Puerto en la Torre del Oro. Las
zapatas en la banda de Triana seguían con su trajín de vapores y barquillas de
pescadores y en el Barranco, un pequeño muelle de madera para atraque de los
barcos pesqueros que surtían de género a la lonja del pescado.
Río abajo, en Tablada, se
construyó otro muelle para desembarco del ganado y de las mercancías más
peligrosas. Desde la estación de Plaza de Armas salía un ramal ferroviario que
recorría todo el muelle.
La actividad era frenética y la
vida del río lo convertían en la gran avenida vertebradora del comercio y las
relaciones humanas en una ciudad que quería recuperar antiguas grandezas.
Sobre el muelle, y para separarlo
de los paseos de la orilla, se levantó un muro de sillería con verja de hierro
con cuatro entradas en rampa practicables para los carros y dos escaleras junto
a la Torre del Oro, y a partir de aquí hacia las Delicias un muro de ladrillo
coronado por un asiento corrido de mármol con espaldar de hierro.
En el tramo comprendido entre el puente de Triana y la Plaza de Toros se instalaba cada año la Feria de Navidad. El tramo era conocido como Paseo de la Charanga por un quiosco donde en las mañanas dominicales daban conciertos las bandas militares. Durante la Pascua de Navidad se montaban tenderetes, puestecillos y corralitos donde se vendían pavos, castañas, batatas, peros, nueces, caña dulce, turrones, panderetas, zambombas y por supuesto; juguetes.
Pero volvamos al principio. Decíamos que también venía siendo tradición
navideña desde unos años atrás que un grupo de británicos y algunos españoles
jugasen partidas de ese novedoso sport llamado foot-ball. Eran los mismos
que en su inmensa mayoría regateaban por las aguas del Río Grande de los
andaluces tripulando los esquifes del Sevilla
Rowing Club, desde su casa-bote en la orilla de Triana al sur del convento
de los Remedios frente al Palacio de los Montpensier. Los que por Navidad
pedían permiso en la secretaría de la Sociedad de Carreras de Caballos de
Sevilla, en Albareda 51, para usar las instalaciones del hipódromo. Los que
llegaban hasta Tablada a bordo de sus botes con una esfera de cuero llena de
aire como mascarón de proa, por el río del que partían barcos llenos de
naranjas amargas y minerales y por el que llegó, mucho antes, la plata
americana y luego, muchos años más tarde, la plata europea conquistada por el
Sevilla F.C. en los terrenos de juego para mayor gloria de Sevilla y Andalucía.
Merry Christmas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.