Amanecía un nuevo día lentamente, desembarazándose de forma casi imperceptible de su envolvente noche tornando la prolongada tiniebla en difusa claridad que no apuntaba a convertirse en certera nitidez.
Nada nuevo que trastocase
aparentemente el orden natural establecido.
Marcaba el calendario un 10 de
diciembre del año 2011. Sábado.
Ciertamente el día se revelaba
como nuboso, con brumas matinales y pronunciados bancos de niebla que nos
retrotraía a aquellas jornadas vividas en Escocia allá por mayo de 2007.
Recordaba esa mañana mientras
pasaba de Triana a Sevilla por un enclave mítico, aquel puente desde el que
algunos Zulús apedreaban los esquifes tripulados por “ rowingueros” de la talla
de Johnston, Welton y compañía, muchos años atrás, en un día típicamente británico
que impedía divisar el cercano muelle de atraque de los vapores de la MacAndrews.
Todo esto ocurría mientras se
dirigían nuestros pasos a la recién creada Área de Historia del SFC para
compartir, en equipo, algunas horas de estudio e investigación en esa mañana
sabatina.
Poco a poco fueron apareciendo
algunos de los componentes de esa maravillosa célula que, un presidente
visionario y amante de la Historia del Sevilla, tuvo a bien dotar al Club bajo
la genérica denominación de Área un 12 de octubre de este mismo año, apenas dos
meses atrás.
El día anterior había recibido el
grupo un aviso, a modo de “alerta roja”, sobre una pista que podría conducir al
hallazgo del “Santo Grial” de la historia sevillista que se venía buscando
desde varios años atrás y cuyo cerco se estaba consiguiendo estrechar
geográfica y temporalmente hablando, gracias a las sucesivas pruebas
irrefutables encontradas a través de un riguroso y científico procedimiento tal
como la disciplina historiográfica requiere.
En esta ocasión se trató de un
habitual colaborador, corresponsal del Reino Unido, que en aquellas fechas aún
no poseía las credenciales de Vicecónsul.
Una vez facilitadas las
coordenadas exactas y con la financiación facilitada por parte del encargado de
administrar tanta locura, asentada ahora
en las mismísimas entrañas del Ramón Sánchez-Pizjuán, se puso al mando de la
operación, manos a las teclas, una de las personas más lúcidas y brillantes
dentro del Sevillismo, que con la maestría y paciencia necesaria requerida por
un parto de esta naturaleza, fue arrancando, extrayendo, desgranando palabra
por palabra, letra a letra, la mayor Verdad revelada en toda la Historia del
Sevilla Fútbol Club.
Asistían impávidos al
acontecimiento otros dos miembros del grupo, uno de ellos, enorme investigador,
que algún que otro compañero recuerda porque en unos segundos y con la simple
apertura de una puerta, le ofreció una visión que nunca ya olvidaría. ¡Cuentan
que vio la Grandeza!
El otro era un recién llegado al
grupo, poco más de un mes compartiendo este hervidero de conocimiento, aunque
llevaba años dedicado al estudio.
¡Aquí no te
mete nadie, entras tú sólo! Le decían los demás.
El neonato iba
saliendo y unas veces balbuceaba, otras farfullaba pero siempre con vocablos
anglosajones que el Jefe de operaciones iba poniendo en orden, junto a los
asistentes.
Al cabo de media
hora aproximadamente, el bebé estaba fuera con una partida de nacimiento
inequívoca y ajustada a la legalidad como todas las criaturas debieran traer
bajo el brazo y enseñar cuando vienen a este mundo.
No había lugar
a dudas. Era la prueba definitiva.
El acta
fundacional del Sevilla Fútbol Club.
Los asistentes
al alumbramiento desde el minuto uno y con los nervios propios de un momento
tan esperado y trabajado, comenzaron con la traducción e interpretación del
texto emanado de una fuente primaria y directa, tomándose las necesarias notas
y apuntes correspondientes.
Para que la
fiesta fuera completa, se personaban en el lugar de manera absolutamente casual
para completar el cuadro, ejerciendo en este caso, como testigos ocasionales
del evento y a modo de fedatarios del mismo, un conocido periodista clave en
determinados momentos de la historia del Club y una afamada colaboradora de la
radio y televisión del SFC.
¡Este y no otro fue el momento elegido!
El año que partió Agustín
Rodríguez no nos iba a abandonar sin ofrecernos el fruto que nuestro admirable
amigo tan delicadamente había sembrado.
Este fue el alumbramiento
10 de diciembre de 2011
A partir de este recordado
instante, la Historia Sevillista continuaría escribiéndose sobre una base
sólida, certera y justa. Sin olvidar a nadie.
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