jueves, 3 de julio de 2025

NO DEJEN QUE NOS MATEN

 Por José Arjona @ArjonadeMiguel

El 18 de octubre de 2016 el Sevilla F.C. jugaba la 3ª jornada del grupo H de la Liga de Campeones de la UEFA contra el Dinamo de Zagreb; compartían grupo con Olympique de Lyon y Juventus de Turín. El Sevilla vencería al Dinamo 0-1, con gol de Samir Nasri. Pasados casi 25 años dos amigos se reencontrarían esa noche en el estadio Maksimir, cumpliendo así el compromiso que asumieron de qué si sus equipos algún día compitieran juntos, ellos estarían allí.

Esta historia comenzó en la primavera de 1991, cuando Luka llegó a Sevilla. Era un treintañero de fuerte aspecto físico, que transmitía confianza y seguridad entre quienes le iban conociendo. A pesar de haber nacido en Zagreb, ciudad del país conocido entonces como Yugoslavia, sorprendió por su facilidad en hablar español. Su talante inquieto y dialogante, unido a su ya amplio currículo viajero le facilitó una rápida adaptación social.

No llegó por casualidad, Sevilla era su siguiente etapa profesional. Semanas antes había concluido su trabajo en la Exposición Especializada de Plovdiv (Bulgaria). Luka era un reconocido gestor en la producción y creación de sistemas audiovisuales musicales y museísticos que había sido contratado por diversos entes para diseñar la parte expositiva en sus pabellones durante la Exposición Universal de Sevilla 1992. 

Por temas profesionales conocería a Pepe, sevillano y delegado comercial de conocidas marcas internacionales que tendrían notable presencia durante la Exposición. Conforme se iban viendo para tratar asuntos profesionales fueron congeniando, formando un vínculo afectivo que iría fortaleciéndose.

En la tercera o cuarta que tuvieron, Pepe le notó algo ausente. En un receso aprovechó para preguntarle si se encontraba mal. Le respondió que había conversado con su madre y que le había informado de la situación política / militar que se estaba viviendo en Croacia, y esto, obviamente, le tenía muy preocupado. Persona comprometida en la defensa de los derechos humanos, sin distinción de razas ni fronteras, sufría cuanto iba aconteciendo en los Balcanes a sabiendas de que viviría las atrocidades de una guerra. 

Pasaron varias semanas y comenzó a recibir noticias esperanzadoras desde casa; se le notaba en la cara. Un día, Pepe le dijo: “me tenías preocupado, Luka, pensé que regresarías a Croacia”. Le respondió con cierta socarronería: “¿cómo me voy a marchar de Sevilla si habéis fichado para mí a Davor Suker y a Zlejko Petrovic?

No faltó al debut de Suker en el Sánchez-Pizjuán en aquel partido de Copa contra el RCD Espanyol en el que Davor anotaría tres goles. Desde entonces fue asiduo espectador de los partidos del Sevilla FC. Describía con entusiasta pasión los increíbles saltos de Zamorano, la calidad técnica de Bengoechea, la agilidad de Unzué y, cómo no, la magia de Davor Suker. Seguía a una plantilla que dirigía Víctor Espárrago compuesta también por jugadores como Manolo Jiménez, Rafa Paz, Prieto, Carvajal, Ramón, Martagón, Salguero, Diego, Conte, etc, que pretendía que para sus aficionados no fuese “otro año igual”. Un sevillista croata había nacido.

Durante la EXPO-92 aportó sus conocimientos y trabajo en el Monasterio de la Cartuja; en pabellones como los de España, Canadá, Arabia Saudí, o Francia; en los espectáculos del Lago, Plaza Sony, y colaborando también en el musical “Azabache”. Sufriría con mucho dolor la clausura del pabellón de Yugoslavia que dejaba de manifiesto el estado de guerra civil en los Balcanes.

Conforme pasaban los meses y se acercaba el final de la Exposición una duda le agobiaba. Profesionalmente debería marchar a Daejeon (Corea del Sur), pero su mente la tenía fijada en Zagreb para estar junto a su gente. Quienes ya le conocían sabían que regresaría a casa. El genocidio que se estaba cometiendo en su tierra no se estaba difundiendo con la fluidez y contundencia necesaria por los medios informativos internacionales y como consecuencia, parar esa masacre en Europa se hacía imposible. Acudir para ayudar y denunciar lo que estaba sucediendo era su destino inmediato.

Llegó el día de la despedida tras año y medio de contacto casi a diario. En un largo abrazo se fundieron Luka y Pepe con la ilusión de reencontrarse algún día en el Maksimir Stadium o en el Sánchez-Pizjuán.

Pronto fue recibiendo noticias de Luka informándole de por dónde estaba, qué hacía y con quién colaboraba. La lectura resultaba admirable a la vez que preocupante, y su marcado objetivo aún más: entrar en Sarajevo.

La ciudad llevaba sitiada por tropas paramilitares serbobosnias de la autoproclamada República Srpska y el Ejercito Popular Yugoslavo desde el 5 de abril de 1992, y estaría así durante casi 4 años. Con la ayuda de un corresponsal de guerra italiano, Luka entraría en la ciudad por un túnel construido bajo la pista del aeropuerto, y pudo ocultarse los primeros días en el edificio del hotel Holiday Inn, que se había convertido en el bunker donde se parapetaban la mayoría de corresponsales de los disparos de la artillería o de las decenas de francotiradores apostados en edificios colindantes. Jornadas terribles a las que se iría adaptando.

Contaba como los ciudadanos, sorprendentemente, intentaban llevar una vida normal frente a la muerte, sin poder comprender la pasividad y el abandono de la comunidad internacional. Representar obras de teatro o proyectar alguna película en sótanos era una forma de tratar de conseguirlo. Eso sí, sorteando a la muerte como podían de francotiradores que disparaban igual a niños que a adultos. Más de 12.000 personas fueron asesinadas durante el sitio de Sarajevo y cientos de miles desplazadas. La vileza de parte de la raza humana siempre presente en su historia; sin descanso, y en multitud de zonas del planeta.

Luka iría ganándose la confianza entre los ciudadanos a los que ayudaba en el barrio de Grbavica, viviendo las mismas necesidades, temores e ilusiones que ellos. El gesto que prevalecía entre la gente era el de compartir ante el sufrimiento con los demás, sin distinción alguna. Un día decidieron organizar con otros barrios algo especial que tuviese un mensaje impactante de repercusión social, de esperanza. Pretendían que asistieran sobre todo corresponsales de guerra. Pensaron que Luka, dada su experiencia, debería encargarse de idear el mensaje.

El 29 de mayo de 1993, tras recibir Sarajevo durante la mañana un fuerte bombardeo, trece jovencitas, alentadas por madres y familiares, realizaron en un sótano un concurso de belleza, tratando de enfrentarse con valentía a su cruento día a día, desconectando del caos y la tragedia con ironía, sonrisas, y cierta normalidad a pesar de tener un futuro muy incierto porque horas después podrían estar muertas. Asistieron, además de familiares, amigos y vecinos, algunos militares italianos de la ONU, varios corresponsales de guerra, y un cargo relevante de la ciudad. Una celebración irracional e inaudita en una ciudad asediada militarmente y abandonada internacionalmente.

Inela Nogic, una joven bosnia-musulmana de 17 años, ganó el concurso. Para ocultar cicatrices de la guerra empolvó su cuerpo, y se engalanó durante el concurso con un vestido y un bañador de su tía que tuvo que anudarlos para que parecieran de su talla. Al terminar la elección, junto al resto de compañeras desplegaron, entre caras risueñas y mucho nerviosismo, una pancarta que decía “Don´t let them kill us”; “No dejen que nos maten”.

El mensaje ideado y expuesto fue un éxito, aunque no por los canales previstos por los ciudadanos promotores. En el sótano también estaba Bill Carter, joven activista californiano que había llegado a Sarajevo unos meses antes con una mochila y el único objetivo de ayudar a la gente que lo necesitaba colaborando con una ONG que repartía comida entre la población. El día a día le hacía experimentar situaciones terribles que necesitaba plasmar. Bill compró una videocámara semanas antes del concurso. Poco a poco iba añadiendo tomas sin la menor voluntad de hacer una película, pero junto a lo grabado aquella noche, con el potente mensaje que expresaba la pancarta, necesitaba difundirlo. El problema era cómo mostrar al mundo la barbarie fascista y sectaria que ocurría en Sarajevo a la que los medios, en gran medida, no prestaban atención.

Recordando Carter una actuación del grupo irlandés U2 pensó que cómo era posible que hablasen en sus conciertos de la gira Zoo TV de una Europa Unida, mientras en los Balcanes asesinaban por pertenencia étnica.

Pensó que sería una buena opción contactar con U2 y que ellos diesen difusión a lo que acontecía. Contactaría con ellos por fax semanas después, haciéndose pasar por editor de una cadena de televisión local de Sarajevo interesada en entrevistarles previo al concierto que realizarían en la ciudad italiana de Bolonia. Les advertía que, por su condición de musulmán, le detendrían en el control militar y le asesinarían; por lo que les ponía en contacto con su socio, Bill Carter. La estrategia funcionó y Bill consiguió llegar a U2.

Estaría reunido en Verona durante varias horas con Paul David Hewson, “Bono”, vocalista del grupo. Trabajaron por encontrar una fórmula para que el mundo conociera el asedio que sufrían los ciudadanos. Tras varias propuestas se decidió realizar emisiones en directo vía satélite desde el escenario de la ciudad donde actuaran, con ciudadanos sitiados en Sarajevo, para que por voz de sus habitantes conocieran la tragedia y el aislamiento extremo que vivían. A mitad de los conciertos “Bono” daba paso a la conexión consiguiendo la interrelación y empatía esperada entre espectadores y ciudadanos. En una ocasión también conectó con Luciano Pavarotti que patrocinaba la ONG “War Child”, organización creada para atender a niños afectados por la guerra lo que supuso, dada la personalidad y el inagotable compromiso social del italiano, un enorme refuerzo a la iniciativa.

También sopesaron crear una película desde las tomas recogidas por Bill Carter con la videocámara. “Bono”, tras ver lo grabado, le ofreció su apoyo para que la convirtiera en película documental proponiéndole el título de “Miss Sarajevo” y comprometiéndose a escribir una canción para la película. La canción escrita por “Bono” sería producida bajo el sello “Passengers”, seudónimo creado por U2 y Brian Eno para temas experimentales, y contaría con la colaboración de Luciano Pavarotti.

U2 entró en el Stadion Kosevo de Sarajevo el 23 de septiembre de 1997. Fue el primer grupo en tocar tras la finalización de la guerra. Invitada por el grupo irlandés asistió Inela Nogic, “Miss Sarajevo”, que poco después del histórico concurso pudo huir del asedio a la ciudad.

La canción cerraría los 95 conciertos de la gira mundial “PopMart Tour” (1997/1998) de U2, recitándose el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos tenemos el derecho a la vida, y a vivir en libertad y con seguridad”.

Luka ya no está entre nosotros, pero el impactante mensaje “No dejen que nos maten” será eterno; refuerza la súplica de los necesitados; de quienes sufren las terribles consecuencias que urden unos pocos bajo mezquinos intereses, mientras la mayoría del mundo mira hacia otro lado o hace oídos sordos.