lunes, 2 de diciembre de 2024

EL CAMPO DE AGRAMANTE


Por José Arjona

17/08/2012

Saludos.

Todavía debo descubrir si escribo para que los demás me lean, para leerme yo mismo, o para tener un sitio íntimo que pueda ver todo el mundo. Enorme contradicción, pues.

Nací en una ciudad reinventada en el Barroco. Lo digo, porque, aunque la Historia nos sitúa mucho más atrás, la Sevilla de ahora, la que nos contempla cada día, es heredera directa de aquella época del XVII en sus formas y maneras, en su concepción de lo público y los espacios, en sus aficiones y extroversiones.

Y, como heredero de una forma peculiar de contemplar la estética, mis gustos en fútbol se definen en el fútbol barroco por, digamos, formación vivencial. Para mi desgracia, seguramente, de los cuatro grandes polos que mostramos al mundo con mayor ahínco (Feria, Toros, Semana Santa y Fútbol) solo me atrae el cuarto, el Fútbol. Soy, por tanto, un sevillano incompleto o mal formado. Tampoco me traumatiza o deprime

Hay lugares en el mundo donde decir fútbol es algo más. Hay pasiones tan profundas y en tantos sitios, que traspasan los límites y alcanzan estadios superiores. Y gente que lo cuenta de manera maravillosa.

“Todos los uruguayos nacemos gritando gol y por eso hay tanto ruido en las maternidades, hay un estrépito tremendo. Yo quise ser jugador de fútbol como todos los niños uruguayos. Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un patadura terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado imperdonable para las reglas del fútbol moderno.”

(Eduardo Galeano)

Sabido es, que los dioses griegos eran caprichosos y volubles, y que gozaban y se saturaban de todos los vicios y virtudes que, además de las propias de su condición olímpica, poseían los pobres mortales. Siendo que quizás por ello nos parezcan los menos “celestiales” de las divinidades de todas las mitologías.

Demasiado humanos tal vez, adolecían del componente esotérico que hace a un dios prosperar, ganar millones de adeptos, perdurar y perpetuarse en el tiempo sólidamente asentado en los bienes mundanos. El Olimpo heleno era demasiado visible, demasiado corralero y chabacano. No sería extraño que fuera fuente de inspiración para los guionistas de la inmensa mayoría de programas televisivos cuando emboban a tantos miles de ciudadanos.

Pero, aunque haya un referente tan antiguo y nítido, la necesidad obliga a avanzar unos pocos miles de años para encontrar el modelo perfecto de la frase hecha “Campo de Agramante”:

"El origen de la frase está en la obra del escritor italiano Ludovico Ariosto (1474-1533) Orlando Furioso, exactamente en el episodio narrado en el canto XXVII. La obra cuenta el ataque de los sarracenos a París y la defensa de las tropas de Carlomagno. Cuando la capital francesa está a punto de caer, recibe la ayuda del arcángel San Miguel, que recoge a la Discordia de un convento en el que con gran polémica se elige nuevo abad y la esparce sobre el lugar en el que está acampado Agramante, el cabecilla de los invasores; de aquí también la actual frase sembrar la discordia. Los sarracenos comienzan a pelearse entre sí y estas disputas internas facilitan la victoria de Carlomagno". 

(Espasa Calpe)

Es la diosa Discordia campando por sus respetos. Es la terquedad personificada en ilustres e ilustrados, en brutos y cultos, en grandes y pequeños, en turcos y bizantinos.

“Cuenta la leyenda que los bizantinos eran bastante dados a discutir públicamente sobre memeces tales como el sexo de los ángeles, o sea, si tenían y cómo lo tenían. En estas los pillaron los turcos cuando en 1453 tomaron Constantinopla, la actual Estambul. En nuestra lengua ha quedado también la frase discutir o hablar sobre el sexo de los ángeles para hacer alusión a conversaciones vanas o intrascendentes". 

(Espasa Calpe)

Pero si algo conmueve y turba, si algo sacude los soportes que cimentan nuestras pasiones, si algo contiene la mayor de las amenazas posibles, eso es la irresponsabilidad.

Acciones irresponsables, declaraciones irresponsables, discursos irresponsables, hechos irresponsables... de todas las partes en este “litigio” falso y manipulado, mezquino y ruin. Un aluvión alucinante de usureros de verdades parciales, mentiras amplificadas, malicia pretendidamente revestida de una sutilidad que apesta.

Demasiados egos y demasiado grandes pujando en la subasta. Demasiados mintiendo sin escrúpulos, sin vergüenza, sin responsabilidad, aunque todos y cada uno pretendan enarbolar la bandera a la que escupen a diario, a erigirse en modelo cuando sus actos los muestran como rastreros y perversos y aunque se escondan detrás de un escudo, que pisotean sin rubor porque, recuerden, somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.

Se han desatado las pasiones en la peor y más bastarda de las formas posibles y todos hemos contribuido a ello. Unos por acción y otros por omisión, y la gran mayoría en medio de los extremos y los extremistas, de los desquiciados, de los populistas, de los reaccionarios, de los resentidos, de los viscerales.

Ausencia absoluta de la dignidad y de la elegancia inherente, creía yo, que marcan unos colores, un estilo, una Historia, una forma de entender una PASIÓN. Ausencia total porque quizás nunca la tuvieron y solo el viento favorable, el que hincha las velas y procura una travesía feliz, nos ocultó el marasmo mental de que nos dotamos en su momento y que los oropeles disimularon.

Pero en llegando la calma chicha nadie quiere tomar los remos porque los culpables siempre son los otros. Y la gran mayoría asistiendo atónita a la deflagración, mirando el intercambio de misiles, de improperios, de estupideces sin respeto, sin DIGNIDAD.

Abusos de poder, abusos de posición, abusos de victimismo... todos abusan y todos son abusados.

Todos clamando por su sevillismo mientras practican tierra calcinada, sin prisioneros. ¿El Sevilla?... no, yo. Todo lo que queráis, pero yo, luego yo y al final, yo.

¡Cuánta falacia!, ¡Cuánta falsedad!, ¡Cuánto personajillo con ínfulas!, ¡Cuánto poder en manos de enanos mentales!

Todo vale, aunque nos vistamos con ropa de marca y seamos exquisitos en la mesa, aunque nos llamen “señor”, aunque aglutinemos miles de seguidores, aunque llenemos de trofeos la sala, aunque nadie nos lea o, aunque nos odien.

No importa, da igual. Hoy son estos y mañana serán otros, y todos eludiendo los remos: La RESPONSABILIDAD, el CLUB, el ESCUDO, la BANDERA, los COLORES y la AFICIÓN.

Todos gritando y catalogando su sevillismo, porque solo gritando se puede demostrar, y porque son dueños de la verdad absoluta, porque el fin justifica los medios, porque ... ¿vale todo?

Dioses de barro.


Cuidaros.