miércoles, 16 de octubre de 2024

CINDY 2024


Por José Arjona - @ArjonaDeMiguel

La maravillosa París inauguró los Juegos Olímpicos de 2024 dejando a los espectadores estupefactos con su pebetero en forma de globo aerostático, situado en el Jardín de las Tullerías. Diseñado por Mathieu Lehanneur, que lo describió como: “un faro en la noche, y un sol al alcance durante el día.” Ese pebetero en la ciudad de la luz, se elevaba majestuoso cada noche. No solo resultó un extraordinario espectáculo visual; también se mostraba al mundo como icono del desarrollo sostenible viéndole arder gracias a la pulverización de agua entre sistemas de iluminación LED, demostrando así, que la ecología y la innovación tecnológica pueden caminar juntas. Quién sabe si, de mantenerse el pebetero, se incorporará como nuevo referente turístico parisino.

Como en todos los Juegos Olímpicos celebrados, se han oído y leído críticas consecuentes a un acontecimiento de tal magnitud. En esta ocasión, el uso deportivo del contaminado río Sena, junto a las características del mobiliario de la Villa Olímpica llenaron portadas.

Ciñéndonos a lo deportivo, deja en el recuerdo los esplendores del nadador francés Léon Marchand; del pertiguista sueco Armand Duplantis; de la leyenda cubana en grecorromana Mijaín López; del baloncestista estadounidense Kevin Durant; o de la velocista Julien Alfred al conseguir las dos primeras medallas (oro y plata) de la historia, del país caribeño Santa Lucía –desconocido para mí– que en 1511 era de dominio español, según anotaciones del cartógrafo Juan de la Cosa.

Tampoco faltaron vehementes debates sobre si la boxeadora argelina Imane Khelif era hombre o mujer; los irónicos comentarios sobre el peculiar estilo del tirador con pistola turco Yusuf Dikec; la invasión del terreno en el Marruecos / Argentina tras el gol marcado en los últimos segundos y que sería anulado por el VAR ... ¡hora y media después!; o ... ¿cómo olvidar la emoción de Simone Biles; el llanto ganador de Novak Djokovic; o el grito desgarrador de la grandísima Carolina Marín?

A lo vivido se le sumó el histórico oro de nuestro apreciado canterano Juanlu Sánchez, con su activa participación en el logro de la Selección Olímpica de Fútbol.

Los Juegos Olímpicos suelen vivirse cargados de gran emotividad que lo hacen diferente a cualquier competición deportiva mundial. Rebusca entre los sueños de los atletas y la pasión de los espectadores. También, sorprendentes alegrías y enormes decepciones lo conforman. En esta edición más de 12.000 atletas han participado representando a 206 comités olímpicos nacionales. Por primera vez en sus celebraciones han participado similar número de mujeres y hombres.

Entre los 206 comités olímpicos participó uno que, aunque ya lo hizo en Río 2016 y Tokio 2021, debutó en París con bandera oficial: el Equipo Olímpico de Refugiados (EOR).

A la bandera de los Juegos Olímpicos creada por Pierre de Coubertin –la de los cinco anillos entrelazados de colores azul, negro, rojo, amarillo y verde, sobre fondo blanco, simbolizando la unión de los cinco continentes–, le han añadido en la parte superior un corazón rodeado de 24 flechas dirigidas hacia este, expresando las distintas rutas del deportista refugiado para poder volver a su país natal. Si algún atleta del EOR hubiera logrado una medalla de oro, el himno interpretado en su honor hubiera sido el olímpico.

Desde 1950, la Agencia de la Organización de Naciones Unidades para los Refugiados (ACNUR) trata de responder a situaciones de emergencia en países de distintos continentes, trabajando por mantener a salvo a las personas desplazadas obligadas a dejar sus hogares. ACNUR brinda protección vital y asistencial a personas desarraigadas, en su mayoría por guerras o persecuciones por causas múltiples.

La horrible situación que se vive en muchas partes del mundo no abre la esperanza a que esta mejore. En la actualidad, casi 120 millones de personas están desplazadas de manera forzosa.

Para que un atleta participe con el EOR debe obtener la marca mínima exigida en la prueba; tal como se le pediría a cualquier comité olímpico nacional. ACNUR realiza la selección con el apoyo de la Fundación del Comité Olímpico Internacional (COI), mediante “Becas para Atletas Refugiados”. En Paris, el EOR lo han formado 36 atletas (23 hombres y 13 mujeres) de 11 países.

Entre esos 36 atletas ha competido una mujer cuyo nombre quedará grabado en la historia del Olimpismo, al ganar la primera medalla –bronce en boxeo femenino, categoría peso mediano (75 kg)– para el Equipo Olímpico de Refugiados: Cindy Ngamba.

Nació el 7 de septiembre de 1998 en Duala (Camerún) donde pasó la infancia junto a su madre. Una niña rebosante de energía que prefería jugar con los niños pese al descontento de su madre que finalmente comprendería que, la felicidad de su hija era más importante que someterla a las tradiciones ancestrales de su país.

Su vida cambiaría a los diez años al enviarla su madre a Manchester, junto a Kennet, su hermano, para reunirse en Bolton con su padre y hermanastros. Desde entonces, ha vivido un difícil camino superando obstáculos de todo tipo.

No hablaba inglés, por lo que tuvo que asistir dos años a la escuela de idiomas antes de poder incorporarse al colegio. Padeció un férreo control disciplinario de su padre que no le permitía, por ejemplo, expresarse entre ellos en francés, su idioma natal.

Con el inglés no avanzaba bien, lo que influía, sumado a su sobrepeso, al intenso bullying que padecía en la escuela. “Era una niña triste, callada y reservada, que intentaba superar cada día como podía. Sin mi madre, todo me era más difícil. Tenía una edad delicada para una chica; desconocía incluso productos habituales para el aseo personal”. Debía superar los problemas. Era una migrante en riesgo permanente de deportación.

Encontraría, gracias a sus profesoras de educación física, el apoyo que no recibía en casa. Vieron en el deporte un buen modo de integración. Se le daba bien el críquet y aún mejor el fútbol. Su etapa en Duala, donde jugaba con pelotas de trapo, le había marcado.

“Tenía 15 años cuando mi hermano me dio un folleto de un club local y empecé allí a jugar al fútbol después del colegio. Un día, después de entrenar, salieron de una sala varios chicos. Fui a echar un vistazo, abrí la puerta discretamente y me encontré con un club de boxeo. Estaba lleno de chicos golpeando sacos. Ese día cambió mi vida; me enamoré del boxeo.”

Cindy acapararía todas las miradas el primer día en el Elite Boxing de Bolton: “Nunca habían visto a una chica en el club”. Mientras los chicos cogían los guantes, ella no paraba de saltar a la comba, o hacer flexiones y ejercicios cardiovasculares; dos horas, un día tras otro. Su entrenador, Dave Langhorn, no confiaba en ella ni en el boxeo femenino. Esperaba que se cansara y abandonara; pero no fue así. Pasado un año, consiguió un físico adecuado que posibilitó que le dejasen por fin ponerse los guantes.

En 2015, con 17 años, mientras asistía junto a su hermano a una cita periódica en la oficina de migración de Manchester, la policía les detuvo, esposó y llevó en camioneta hasta Londres a distintos centros de internamiento. La deportación a Camerún parecía inminente. Sería liberada 48 horas después, según parece, por gestiones que realizó un tío suyo desde Francia. Respiraba, volvía a su normalidad. Aunque la situación continuaba igual de precaria, se esforzó aún más en el desempeño deportivo y académico, mientras ingresaba algunas libras limpiando casas o bares.

Conseguiría en 2019 el campeonato nacional amateur del Reino Unido en la categoría de Peso Semipesado (81kg). Sin pasaporte no podía competir internacionalmente, lo que le provocó una gran depresión. Seguiría haciéndolo exclusivamente en Inglaterra. En 2022 ganaría dos títulos más, en Peso Medio (75kg) y Welter (69kg). Nadie había conseguido títulos bajando de categorías. Admirada en el ambiente boxístico amateur pero conscientes del riesgo de su deportación.

Su entorno sabía de su orientación sexual. Y que, de ser deportada, no podría boxear y sería castigada por ser lesbiana. Camerún no era lugar seguro para Cindy. Derechos Humanos constata la persecución existente allí a las personas LGBTQ+ al considerarlas personas enfermas que cometen actos ilegales. Deben convivir con el hostigamiento, la expulsión de la comunidad, y amenazas de cárcel o muerte.

Conocedores de su excelente capacidad deportiva y personal, y de que seguía sin obtener el estatus de refugiada o la ciudadanía británica, el club amateur Great Britain Boxing y el England Boxing presentarían su causa para conocimiento de ACNUR. Meses después le concederían el estatus por razón de sexualidad, lo que le permitiría competir con el EOR.

Su participación en el preolímpico de boxeo celebrado en Busto Arzisio (Italia) el pasado mayo, formando parte del equipo del EOR, la convirtió en la primera boxeadora refugiada en asegurar su presencia en los Juegos Olímpicos. Como consecuencia del éxito fue elegida una de las abanderadas del equipo.

“El boxeo es mi familia, mi mejor amigo, mi hermano, mi compañero. En el ring estás sola, no te puedes esconder. Tienes que ser tu misma”.

En el histórico combate disputado el 8 de agosto en la “Philippe Chatrier” de Roland Garros, contó con el apoyo entusiasta de espectadores impresionados por su historia de vida. No logró la victoria, lo que le hubiese supuesto pelear por el oro o la plata. La derrota ante la panameña Atheyna Bylon le supuso de inmediato la medalla de bronce. Nunca un tercer puesto supo tanto a victoria.

La mujer que acaba de convertirse en la primera atleta refugiada en ganar una medalla olímpica tiene, además de la medalla, la licenciatura en criminología de la Universidad de Bolton, y la ilusión de colaborar profesionalmente algún día con la policía. La gesta no sólo simboliza su capacidad de superación, también la de todos los que luchan por un futuro digno. “Solo espero que mi historia y mi viaje sean de alguna manera inspiradores, no solo para otros refugiados, sino también para que otras personas sepan que tienen la oportunidad de lograr cosas increíbles”.

Cindy consigue la medalla en época de creciente sentimiento contra la migración en muchos países. “Soy mujer; mujer negra; africana y refugiada; pero solo soy un ser humano. Nunca se debe mirar a alguien por ser refugiado o migrante; debe hacerse por lo que es”.


Au revoir, Paris 2024.

Wellcome, Los Ángeles 2028.



viernes, 11 de octubre de 2024

LA INCORPORACIÓN AL FÚTBOL DE LA CLASE TRABAJADORA

Por José Melero - @JMelero1


Del reducido y elitista grupo de sportmen que habían comenzado a jugar al fútbol en centros urbanos como Barcelona, Bilbao, Madrid, San Sebastián o Sevilla a finales del siglo XIX, buscando sin mayores pretensiones el entretenimiento que ofrecía una moderna y sana diversión, se pasará en pocas décadas a descubrir un deporte que desde la segunda mitad de los años veinte, y sobre todo coincidiendo con el inicio de la II República en 1931, conseguirá insertarse plenamente en el tejido social de los principales núcleos urbanos, convirtiéndose en el referente del deporte espectáculo y en una de las principales actividades de ocio y entretenimiento de las clases populares. 

Como decimos, en un principio los sectores más distinguidos de la sociedad comienzan a incorporarse a la práctica de un deporte que había llegado a España a través de un buen número de trabajadores cualificados de otros países (principalmente ingleses) que habían llegado a España por motivos profesionales.

Lentamente el fútbol se fue mercantilizando y con la creación de la Real Federación Española de Fútbol y la posterior legalización del profesionalismo y la creación en la temporada 1928/1929 del Campeonato Nacional de Liga, dio pie a la incorporación de las clases populares y a convertir el fútbol en espectáculo de masas.

Fue en los años veinte cuando el fútbol en nuestro país comienza a adquirir unos valores que iban más allá de los propiamente deportivos y que generarían una identidad local, regional y nacional que arrastró a las clases trabajadoras, que veían como el triunfo de sus equipos suponían el triunfo de sus respectivas ciudades o regiones.

Esta incorporación proletaria al fútbol se debió principalmente a tres factores: la reducción progresiva de la jornada laboral, el éxodo rural a las grandes ciudades y por consiguiente el aumento demográfico de estas y el mayor poder adquisitivo de una clase trabajadora que se veía necesitada de llenar de contenido un nuevo tiempo de ocio.

En nuestra ciudad la Exposición Iberoamericana fue el motor de esa explosión demográfica de la que hablamos. La necesidad de mano de obra en sectores como la construcción y servicios motivó un éxodo rural que representó un aumento de población en la ciudad que hizo alcanzar la suma de 228.729 habitantes, con unos crecimientos relativos del 11´29 por cien.

Para dar cabida a este nuevo público de condición humilde y trabajadora, los clubes llevaron a cabo una política de abaratamiento de entradas y abonos que posibilitaron la incorporación masiva de unos aficionados que mostraron sus preferencias por el fútbol antes que por otras ofertas de ocio como el teatro o el cine.

En nuestra región el Sevilla FC fue pionero en estas políticas y en la primera mitad de la década de los treinta y ante la necesidad de aumentar los ingresos económicos, posibilitó la entrada a su recién construido campo de Nervión de un público con un menor poder adquisitivo, gracias a unos precios populares. 

Con la llegada de la II República y en cuanto a la práctica, el futbol sería una actividad que lograría extenderse entre los jóvenes trabajadores a través de la constitución de un buen número de equipos de barrios, comercios y empresas, consiguiendo integrarse en el tejido urbano en el que se ubicaban.

Otro factor importante que posibilitaría que las grandes masas populares se incorporarán al fútbol, fue la proliferación en los principales periódicos de información general de contenido futbolístico. La clase trabajadora demandaba un mayor contenido sobre futbol, un deseo acorde con el boom futbolístico del momento.

Tomando como ejemplo el caso del Sevilla FC , las continuas obras de remodelación del campo del Reina Victoria, con la construcción de nuevas gradas, mostraban como las clases populares iban cobrando protagonismo dentro de su masa social, un protagonismo que culminó con la construcción en 1928 del campo de Nervión, situado en una zona más cercana al centro de la ciudad y que provocaría que la media de espectadores aumentase en un nuevo recinto más amplio y que presentaba nuevas comodidades para un público proletario que veía en jugadores como Kinké, Brand o el mítico Eizaguirre unos nuevos héroes deportivos a los que la prensa se encargaba de encumbrar.

En definitiva, el proceso que había quedado definido durante los años veinte quedaría confirmado en la primera mitad de la década de los treinta, así, la clase obrera constituía la base en la que se sostenían los clubes más importantes en los núcleos urbanos de las principales ciudades del país.